AMAR NUESTROS LIMITES [7 de 11]
lLOS LÍMITES DEL PARAÍSO

¿Hasta
el Paraíso tenía límites?  
Sí Señor.  
El Señor plantó un jardín 
cercado  
En hebreo, un: Gan-Edén
Jardín de Edén.
Un parque
deleitoso.

Era, como lo sugiere la raíz hebrea ganán, 
de la que deriva Gan: un jardín cercado. 
Cercado como el los jardines de Salomón o como el Huerto de los Olivos. 
El jardín cercado del Paraíso, estaba destinado a ser lugar de encuentro y convivencia del Hombre
con Dios. Un templo a cielo abierto.



Por eso los templos humanos, para
imitar un paraíso, querrán tener sus precintos y sus muros.

Quieren, necesitan, ser lugares separados. 
Por eso habrá lugares sagrados delimitados.
Para que se pueda hablar de «adentros» y de «afueras»
referentes al hombre en relación a Dios.

El adentro y afuera del amor, debe expresarse también en tiempos «antes y después de que nació el amor» 
Y la celebración festiva del aniversario del encuentro,
la iniciación.
En espacios, dentro y fuera del ámbito de la relación.
Dentro y fuera de la relación amistosa. 
Hay puertas en el templo del amor por las que se entra y se puede salir.
Porque la libertad se realiza permaneciendo libremente dentro del amor.
Besando el vínculo.

Si
amar es «elegir», elegir es separar.  

Y entonces amar es delimitar.  
Se
dice «mi dilecto amigo», «mi predilecto», «mi
distinguido».

En latín: elijo = éligo. Elegido = electus. Díligo = amo. Dilectus = amado.


Dios dice de su
Hijo, «Este es mi Hijo muy amado, mi predilecto
en quien se complace mi alma».  



Y
Jesús a los suyos: «no me elegisteis vosotros a mí, yo os elegí a
vosotros».  

Amar es elegir, separar
y poner límites, entre el afuera y el adentro del amor. 

Amar es envolver los límites del otro en un
Amén, en un abrazo de la voluntad que afirma su ser y lo envuelve
protegiéndolo.


Por
eso en el Cantar de los Cantares, la amada es «Fuente cerrada y Jardín
cercado».  Encanto limitado separado. 

Encanto de los límites amados: Yo soy para mi
amado y mi amado para mí.

La exclusividad amorosa, implica límites.  


Es la voluntad
cautivada, la que en estos vínculos, conoce los límites del amor.  

Una voluntad que se limita a sí misma.  
Libertad que se ata en la fidelidad.  
El amor es cerco para sí mismo 
¿con qué
podría acotarse la libertad, que no fuera violencia, sino con un cerco de
libertad?  



Si alguien quisiera comprar el
amor se haría despreciable (Cantar 8,6)

Y si alguien
quisiera encerrarlo en un coto que no fuera de amor, también.

Por eso, el Paraíso, es un cerco de amor que confina consigo mismo.  
Donde el límite amado es la fidelidad al
propio amor.  

También esto es humildad, y
también esta humildad vive de esperanza.  

El que se entrega todo por los tres votos, sólo se queda con la
esperanza del don de permanecer fiel a esa entrega.

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