SUSANA  SEEBER  DE  MIHURA 1951/7ª de 9 [77]

1951 – OCTUBRE

SUSANA REFLEXIONA Y PROFETIZA
A RAÍZ DEL EFECTO DE UN
A PELÍCULA DE GRAN IMPACTO
EN LOS ADOLESCENTES

DOMANI E TROPPO TARDI – MAÑANA ES DEMASIADO TARDE

Si tengo que hablar de Ti, me lleno de alegría, si me hablan de Ti, es un gozar muy hondo, si pienso en Ti, Oh Cristo, no hay cosa en el mundo en la que quiera pensar más que en Ti…

¿Qué es lo que quiero? Quiero que Cristo viva entre los hombres: que Lo reconozcan y Lo amen. Por eso Le pido que me haga amarlo con un amor que no quepa en mí y se trasluzca…

Cuando yo dé algo a un pobre, cuando haga cualquier favor, tener siempre presente a Cristo: “ama al prójimo”. Esforzarme en amar. Y que, a través de mí, amen a Cristo. ¡Oh, Dios mío, haz que yo pueda amar, y que sepa hacerlo sentir! Que pueda amar, superando mis refinamientos, y mis antipatías y mis rebeliones.

¡Lloraría pensando en lo que podrían ser todos nuestros hijos! ¡Lloraría, viendo lo que el mundo que los rodea les da para formar su espíritu y su cuerpo! ¿Qué inmundicias, qué mediocridades y estupideces, a esas manos y esos ojos, esos corazones e inteligencias ávidas, llenas de inmensas y bellísimas posibilidades! Todo lo que los rodea, los deforma, en el verdadero sentido de “deformar”: transforman un cuerpo bello en un pobre ser, torcido y enclenque.

Esta es una civilización, una cultura, hecha por los grandes para los jóvenes. Por eso es tan insípida, tan infantilizadora – y tan sucia por otro lado. Si los jóvenes hicieran las vistas de cine, no existirían vampiresas sino princesas. ¡Oh, Dios mío, cómo están de indefensos ante la perversión de ellos mismos! Me explico por qué no hay hombres en esta época.

Viendo la reacción de los adolescentes –y no de los niños solos- frente a la vista “Domani é troppo tardi” [“Mañana es demasiado tarde”, película de gran impacto en la época. Su personaje femenino central, “Mirella”, estuvo representada por la actriz Pierángeli] que trata con seriedad sus problemas, he comprobado, con alegría, dos cosas. Que los jóvenes son serios y graves (¿y cómo pude olvidarlo?): no está en ellos, naturalmente, el “buggi-woogi” [Baile de moda comparable en su difusión e influjo al “rock´n roll”, aunque, por supuesto, bastante más inocuo.], la “Coca-Cola” y las revistas infantilizantes que leen. No es eso lo que les interesa realmente, ni es su vida verdadera. Y que esa deformación, si la tienen, les viene de afuera, de una cultura hecha por los grandes para ellos.

No es a las vampiresas, es a la “Mirella” a quienes los adolescentes naturalmente buscan y desean. Es amor, no sensualidad, lo que buscan. (Y ahora comprendo que era verdadero, y no romántico y falso, el ideal del “caballero” y su “dama”: que respondía a una real ansiedad). ¡Y pienso, con espanto e indignación, en lo que se hace con nuestros adolescentes! Quizás no todos se han enamorado de “Mirella” con un amor puro y ardiente; pero todos han reconocido en ella, vagamente, algo que ignoraban ser capaces de sentir.

Mi hijo se ha enamorado, como antes se enamoraban del cuadro de una princesa. Es un cuadro,la figura en la pantalla del cinematógrafo. Pero es la que con su rostro grave, y bello y puro, ahuyenta los malos pensamientos. El ideal, la novia, la mujer que se ama con todos los amores. Y ese amor es el que desean, es ésta y no la vampiresa de todas las revistas de cine, la que los hace vivir.

¡Lloraría pensando en lo que podrían ser todos nuestros hijos! ¡Lloraría, viendo lo que el mundo que los rodea les da para formar su espíritu y su cuerpo! ¿Qué inmundicias, qué mediocridades y estupideces, a esas manos y esos ojos, esos corazones e inteligencias ávidas, llenas de inmensas y bellísimas posibilidades! Todo lo que los rodea, los deforma, en el verdadero sentido de “deformar”: transforman un cuerpo bello en un pobre ser, torcido y enclenque.

Esta es una civilización, una cultura, hecha por los grandes para los jóvenes. Por eso es tan insípida, tan infantilizadora – y tan sucia por otro lado. Si los jóvenes hicieran las vistas de cine, no existirían vampiresas sino princesas. ¡Oh, Dios mío, cómo están de indefensos ante la perversión de ellos mismos!

Me explico por qué no hay hombres en esta época. ¡Cómo va a haber hombres, si antes de que puedan desarrollarse los aprisionamos en moldes de “hombres”, más estrechos que lo que los hombres mismos han sido de adolescentes!

***

13        Ya que no en mi corazón, en mi inteligencia, Jesucristo, hiéreme con Tu amor, para que el mundo entero no me hable más que de Ti. Porque, como a pesar mío, eso es lo que quiero. Y veo también que, como a pesar mío, lo vivo. Si tengo que hablar de Ti, me lleno de alegría, si me hablan de Ti, es un gozar muy hondo, si pienso en Ti, Oh Cristo, no hay cosa en el mundo en la que quiera pensar más que en Ti. No hay satisfacción más que en Ti. Y todo esto siempre me sorprende, como si nunca me hubiera sucedido. Porque cuando estoy en otra cosa soy cobarde, soy egoísta, estoy llena de pereza y de escepticismo: la misma de siempre, con la única diferencia que ahora me veo como soy, y quisiera no serlo.

***

¿Qué es lo que quiero? Quiero que Cristo viva entre los hombres: que Lo reconozcan y Lo amen. Por eso Le pido que me haga amarlo con un amor que no quepa en mí y se trasluzca.

No pienso: “¿Qué puedo hacer yo, qué importancia tiene lo que haga una persona, una mujer cualquiera, nadie, como yo?”. Y no lo pienso porque no lo creo. Sé que una persona es una fuerza inmensa. Y pido a Dios que no haya un solo acto mío, por insignificante que parezca, durante el cual yo pierda la noción de la tremenda trascendencia que puede tener.

Si mañana voy a hablar en Bella Vista a un grupito de mujeres humildes, en una parroquia perdida, quiero ir consciente de que, allí a donde voy, debo darme toda entera: toda mi inteligencia y toda mi Fe. Dar todo lo que puedo dar a cada una de las personas con las que me encuentre allí.

***

 14        ( De vuelta de Bella Vista) Le agradezco a Dios el que me haga posible olvidarme de mi misma, no amarme a mí misma ni gloriarme en mí misma, sino pensar solamente en hacerlo amar y conocer a Él, cuando hablo. Me admiraban, me escuchan con atención, ¡hasta me creerían más buena que ellos! Y fue como si no fuera yo la admirada, tan poco me llega. Pero me alegraba saber que, lo que dije, era lo que debía decir. Y de haberlo dicho bien (aunque estoy segura que Jesús me sostenía).

No olvidar jamás de vigilarme, para no caer en la vanidad, ni en hablar por lucirme.  Pensar siempre en que, lo que diga, debe servir a los demás. Si digo con sinceridad lo que realmente creo, no importan las palabras. Si mi Fe se traduce, eso es todo.

***

Pensando en mi conferencia, y en la reacción del público “sencillo”, se me ha hecho comprensible el éxito de Enrique con sus peones. Agradecen que uno les hable con cariño. Agradecen y admiran. El solo hecho de estar una allí parada, sobre una tarima y representando una autoridad, predispone en nuestro favor. ¿Captan que está uno allí para servirlas? Creo que lo captan inconscientemente. Y eso sucede también con Enrique.

Y después he pensado que somos injustos con el pueblo, al decir que sigue a sus líderes porque ellos lo adulan y fomentan sus odios. No. No es por eso que los quieren, es lo bueno que hay en el pueblo, lo que responde y adhiere a ellos: se sienten amados, y aman; se sienten “tenidos en cuenta”, y responden; se sienten “servidos”, y agradecen. Que Enrique, que Perón, sean queridos por el pueblo, es en honor del pueblo. Y cuando el amado no merece ese amor, no es culpa del pueblo.

Pienso en nuestra clase, ¡en la “caridad” que hemos hecho! No la agradeció el pueblo, porque no se sintió ni amado ni servido. Que se les hiciera un bien, eso no llega al corazón, cuando se lo hace como un “favor” concedido. Cierto, no era culpa de nuestra clase, tampoco: no sabían hacerlo de otra manera. Tenían conciencia de su responsabilidad, de que había que hacer el bien: y lo hicieron lo mejor que pudieron. No sabían cómo hablar al pueblo, no sabía cómo pensaba. Y molestaba a su refinamiento la incultura de los demás.

No hicieron el bien como cristianos -aunque querían y creían hacerlo. No sabían siquiera, que si no sentían amor había que fingirlo. Verdadero o fingido, había que dar con amor.

            No es que me esté haciendo ilusiones sobre el alma de la gente. Pero es que veo que a mí me sucede exactamente lo mismo. Es el amor lo que agradezco, lo que me conmueve. Y es el amor que yo doy, cuando lo doy, lo que veo que me une a los demás.

Cuando yo dé algo a un pobre, cuando haga cualquier favor, tener siempre presente a Cristo: “ama al prójimo”. Esforzarme en amar. Y que, a través de mí, amen a Cristo. ¡Oh, Dios mío, haz que yo pueda amar, y que sepa hacerlo sentir! Que pueda amar, superando mis refinamientos, y mis antipatías y mis rebeliones.

—oOo—

4 comentarios en «SUSANA  SEEBER  DE  MIHURA 1951/7ª de 9 [77]»

  1. «Sé que una persona es una fuerza inmensa», es una afirmación que me asombró y ha estado repitiendo todo el dia desde que la leí. Puede que actuar con esta consciencia sea la esencia de ser hijos de Dios, creados para cumplir su propósito. «El señor cumplira su proposito en mi, no abandones la obra de tus manos.»

    1. Hola Elena, Gracias por el comentario. La obra transformadora, transfiguradora, de Susana Seeber, en estos meses finales de su vida, es asombrosa y benéfica, por ser ejemplar.
      Y como según nuestra fe, los que viven y mueren como ella viven para siempre, no dudo de que ella habla con los visitantes que leen su diario en este blog. Ayer cumplí 70 años de vida en la compañóa de Jesús, dentro de la Comnpañí de Jesús. Para mi, lo grandioso más allá de las palabras, es lo primero.

      1. Felicidades padre! .Como dice el salmo, El Señor tiene sus delicias en estar con los hijos de los hombres. Y le quiso elegir como amigo fiel, El lo sabe todo. Bendiciones.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.