EL PADRE NO ABANDONA A SUS HIJOS>
COMO NO ABANDONÓ A SU HIJO
Martes de la 5ª Semana de Cuaresma

EN PLENA PANDEMIA, EL SEÑOR NOS PROMETE VIDA ETERNA Y LA VICTORIA SOBRE LA MUERTE
El Verbo de Dios se hizo hombre para librarnos del miedo a la muerte. 
 La humanidad sin fe, vive huyendo de la muerte y la muerte nos está esperando. Tarde o temprano tienen que encontrarse ante ella y ¡qué terrible! Yo no sé cómo pueden vivir. Simplemente porque el demonio los anestesia para que no piensen.


«El que me ha enviado está conmigo: no me deja solo, 
porque Yo hago siempre lo que le agrada a Él» 
Lectura: Números 21,4-9 – Salmo: 102 – Evangelio: Juan 8,21-30

HOMILÍA
El libro de los Números  vuelve a tomar esta tradición de la serpiente en el desierto y otras tradiciones del Antiguo Testamento. 
Hace notar cómo el Señor se vale de los mismos elementos y las mismas cosas  para castigar a los malos y favorecer a los buenos. Así el Mar Rojo que se abría, para que pasaran  los israelitas, se cerraba para engullir al faraón y su ejército. Así las serpientes mataban a los incrédulos pero la serpiente de bronce sanaba a los creyentes y arrepentidos.
Así la muerte que es destrucción para los que no creen; para nosotros, gracias a Nuestro Señor Jesucristo, es el nacimiento para la vida eterna, la entrada, el abrazo con el Padre.
La misma muerte que espanta a unos, es el nacimiento para otros.
 Celebramos a los santos, el día de su muerte, su nacimiento como hijos.
San Pablo dice que, la creación entera está esperando la manifestación de los hijos de Dios. Así como la mamá gestante, desea ver al hijo, anhela que nazca su hijo, a cruzar su mirada con él, llevarlo  a su pecho, acunarlo. Así  la creación, la tierra, el mundo, desea vernos a nosotros,  en la plenitud de nuestra divina regeneración, engendrados por el Espíritu Santo como hijos de Dios, desde nuestro Bautismo.
Como niños que mueren en el seno de su madre, por abortos espontáneos,¡ cuántos bautizados no llegan a formarse como hijos de Dios!
Nuestra esperanza es ser hijos de Dios. 
Encontramos en nosotros algo que es milagroso: es nuestra fe.
Está en nosotros, a pesar del mundo y, en alguna medida, a pesar de nosotros mismos.
 El versículo del Evangelio, hoy,  parece no tener que ver con la primera y segunda lectura y sí con la parábola del sembrador:
«La semilla es la Palabra de Dios. El sembrador es Cristo»  
Y yo le agrego que es el sembrador porque se siembra a sí mismo, como Palabra del Padre que engendra hijos por el oído de la fe. El que recibe a Cristo, recibe la vida , la vida eterna y lleva el ciento por uno.
Hay quienes reciben  el bautismo, pero después no viven como hijos. La parábola del sembrador, no voy a explicarla aquí, y algunos de los presentes conocen el libro en que la explico, pero es eso. Y ¿cuáles son esos frutos del treinta, cuarenta o cincuenta que produce la Palabra del Padre? Es vida eterna, la vida filial.
En el Evangelio de hoy, la frase: «Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre», se refiere a la serpiente levantada por Moisés en el desierto.
  
 Así también, como la serpiente, en el jardín del paraíso es la  que con su lengua muerde a Eva, engaña  a la primera mujer y le hace perder la semejanza que tenía con el Espíritu Santo por creación. 
Era como el reflejo, como la viva imagen, la  foto  del Espíritu Santo. 
El varón era como la foto del Verbo Encarnado, del Verbo de Dios, se adelantaba al Verbo encarnado, Palabra del Padre que se va a encarnar en varón.
El matrimonio cristiano, fue pensado a imagen y semejanza en eso que en Dios podemos decir que es el matrimonio entre el conocimiento y el amor. 
El amor entre el Verbo y el Espíritu.
El Hijo del hombre,  cuando muere da la vida, la da por nosotros.
Nos rescata de la muerte para la vida filial.
El que cree en Él como hijo y vive como hijo tiene vida eterna. 
El Hijo del hombre se siembra en tu corazón y fructifica en tu corazón, por eso, estamos aquí.
Como les decía la vez pasada, esta preservación de que somos objeto, es casi inexplicable. 
He visto sacerdotes que perdían la fe, en estos tiempos, en estos cincuenta años.
No sólo dejaban el sacerdocio, sino que perdían la fe, 
Yo digo ¿por qué yo no? Porque el Señor me sostuvo y la Virgen lo impidió.
Es un misterio la preservación. 
Lógicamente, yo tendría que estar perdido, tendría que haber dejado mi sacerdocio, quizás la fe, según la lógica del mundo.  
Con todos los poderes que tiene el mundo ¿cómo no pudo contra mí?
¿Porque soy más fuerte que otros? 
No. Porque el Señor me protege y dice: A éste no me lo tocan y la Virgen también dice éste es miembro de mi Hijo, yo lo protejo.
La Madre cuida a todos los miembros de su Hijo.
Si nosotros estamos unidos a Cristo y somos miembros de Cristo, la Virgen nos cuida y en eso consiste el misterio de nuestra preservación .
¡Qué promesa de vida eterna! 
Nos cambia la mirada de la muerte, nos la tiene que cambiar.
El Verbo de Dios se hizo hombre para librarnos del miedo a la muerte. 
Los hombres estaban esclavos del miedo a la muerte de por vida. 
Se encarnó para librarnos del miedo de la muerte.
 La humanidad sin fe, vive huyendo de la muerte y la muerte nos está esperando. Tarde o temprano tienen que encontrarse ante ella y ¡qué terrible! Yo no sé cómo pueden vivir. Simplemente porque el demonio los anestesia para que no piensen.
«Y el que me ha enviado está conmigo: no me deja solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él». Al hablar así, muchos creyeron en Él (Juan8, 29-30)  
Y en ellos estamos nosotros. Demos gracias!
Homilía  P. Horacio Bojorge S.J.
Martes de la V Semana de Cuaresma 





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