CON FE DE NIÑOS


Un niño especial de 6 años 
que entiende más que muchos premios nobel


Miguel tiene 6 años y va a primer grado del colegio donde trabajo. Soy catequista de secundaria y todos los viernes del año, el Buen Dios derrama su gracia sobre nosotros, como un grifo de Agua Viva que nunca se cerrará e inunda todo: nos regala adorar a Su Hijo durante toda la mañana. Una Adoración Eucarística donde alumnos, profesores, directivos, madres y padres, entran y salen de la Capilla del colegio, postrándose delante de Jesús y rezando en silencio. A mí me da la impresión que es un pequeño pulmón dentro de nuestra apurada vida. Un momento y un lugar donde Él reina y no hace falta más nada.


Y allí van y vienen muchos enamorados de Jesús (o enamorándose) que buscan el Encuentro con el que nos amó primero. Mi tarea es mínima: preparar la mañana de adoración, llevar y traer a los chicos desde las aulas hasta donde Él los espera, y no mucho más que eso. Pero hubo un día que la cosa fue distinta. Fue el día que lo conocí a Miguel, un chico que se ha convertido en la personita más linda de mi semana.


Creo que éramos siete arrodillados, guitarra en mano alabando al Maestro, cuando irrumpió Migue (porque no sólo entró, sino que la entrada ya expresaba una linda ansiedad) y con él toda una espiritualidad a flor de piel. Corriendo atrás, una maestra, que nos miró como pidiendo perdón, pero que entendió de primera que era imposible que molestara, quizás recordando de repente una palabra del Expuesto: «Dejen que los niños vengan a mí». Lo dejamos. Y comenzó la enseñanza de Dios.

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