DE LA SANTIDAD A LA SACRALIDAD

Dos formas y dos etapas religiosas
del matrimonio y la familia
según la revelación bíblica:

EL BUEN AMOR ENTRE NOSOTROS
1. LA SANTIDAD
El matrimonio y la familia en el Antiguo Testamento

El motivo por el cual en el Antiguo Testamento, la familia es santa, es porque ¡Dios es un miembro de la estructura de parentesco! Dios es un miembro de la familia patriarcal y por lo tanto del clan y del pueblo de la Alianza, en la plenitud de sus doce tribus.
Dios entra en relación de parentesco con los patriarcas por el establecimiento de una Alianza. Y se comporta como verdadero pariente, asumiendo y cumpliendo los deberes de protección y providencia de un buen pariente.
Yahveh es no solamente el Dios de los Padres, sino el pariente divino. Es, literalmente: el “Pariente de Isaac” [Génesis 31, 42, 53: Pájad Yitsjaq].

La motivación a la santidad de la familia, en el Antiguo Testamento es la del Levítico: “Sed santos porque yo Yahvé, vuestro Dios, soy santo”. La pertenencia recíproca es la del parentesco: “Soy vuestro Dios, sois mi pueblo, eres nuestro Dios, somos tu pueblo”. “Él es nuestro Dios, a Él pertenecemos” [Ver. Salmo 94, 7: “Porque Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que Él guía”].

Consecuencias para el matrimonio y es amor esponsal
En esta visión, el matrimonio entre los miembros del pueblo de Dios, es una realidad religiosa porque el amor humano es una imagen y semejanza del amor divino, y porque de él nacen los hijos de la Promesa.
Los vínculos de parentesco entre los hombres son de dos tipos: 1 ) de alianza o 2) de sangre. Ahora bien, de ambos tipos, la alianza es el primero, porque da origen a todos los demás y porque es el más exclusivamente humano.
El parentesco establecido por alianza es la fuente de todo vínculo de parentesco de sangre. La alianza es la forma de parentesco que se entabla libremente. Mientras que el vínculo de sangre precede a la libertad, se le impone. Reclama ser asumido aunque puede ser negado o rechazado. La Alianza es, por el contrario, libre; y es el vínculo espiritual, voluntario y libre más adecuado a la condición de los seres libres y espirituales.

La Alianza con Dios es una realidad santa, porque Dios se ha hecho por amor, libremente, miembro de la familia, del clan, de la tribu y del entero pueblo de la Alianza; y porque el pueblo entero ha elegido hacerse pariente suyo por Alianza y renueva su Alianza de generación en generación [Josué 24, la renovación de la Alianza en Siquem].
La Alianza es revelación del amor del Pariente divino: “No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel, yo te auxilio, oráculo de Yahvé, y tu Go’el [ = tu pariente fuerte y auxiliador] es el Santo de Israel” [Isaías 41, 14].


El Cantar de los Cantares, que supone la visión bíblica de la Alianza como epifanía de amor, ya sea divino, ya sea humano, y que se mueve sobre la tradición profética que considera el matrimonio de Yahvé con su pueblo como análogo a la unión esponsal, celebra el amor entre hombre y mujer, como una centella o llamarada, desprendida del fuego del amor divino [“Centella de fuego, llamarada divina” Cantar de los Cantares 8, 6].


Serios trabajos arqueológicos e históricos, como los de W.F. Albright y R. De Vaux, nos permiten afirmar con plena verdad y fundamento, que son rasgos propios, distintivos de la religión bíblica:
1º) Considerar al Dios del Padre como un Dios-pariente, el primero y máximo Goel de todo el pueblo
2º) Ver una Epifanía de Dios en las relaciones de parentesco y en los términos de Alianza de parentesco. Podríamos decir: santificar la esfera familiar. Más aún, la esfera interpersonal.
3º) Considerar que el Dios-pariente o Go’el asegura con sus Promesas y con su Auxilio, tanto la descendencia como el alimento, primero del clan y más tarde del pueblo entero, convertido en nación. Esta fe patriarcal perdurará, como veremos a continuación, tanto en la Ley como en los Profetas y Salmos.
[Sobre el Dios pariente puede ver mi estudio “Go’el: El Dios Pariente en la Cultura Bíblica”, en mis páginas web: http://www.horaciobojorge.org/diosparienteindice.html o también en: http://ar.geocities.com/horaciobojorge/diosparienteindice.html]


SUMERGIDOS EN EL BUEN AMOR
2. LA SACRALIDAD
El matrimonio y la familia en el Nuevo Testamento


El motivo por el cual la familia en el Nuevo Testamento es sagrada, además de ser santa, es, en cierto modo, inversa.
En el Nuevo Testamento ya no se trata de que Dios sea un miembro del clan humano, sino que ahora son los hombres quienes pasan a ser admitidos como miembros de la familia divina por la fe y la gracia bautismal de divina regeneración.
En efecto. Jesucristo enseña que los hombres, al acceder a la condición de hijos de Dios, entran a formar parte del Nosotros divino. Un Nosotros divino que comienza ahora a abarcar en su ámbito de comunión de vida y pertenencia amorosa – y a partir de la Humanidad de Cristo y de María, y de todos los suyos -, a todos los que creen y viven como hijos de Dios.


Se amplía así el Nosotros y empieza a ser un Nosotros Divino-humano.


Desde Cristo y de la vocación de los primeros discípulos, los hombres ingresan en el parentesco divino al ingresar en la comunión trinitaria.
La consecuencia para la realidad matrimonial – que une dos hijos de Dios en amor esponsal – es que su amor, ya no es solamente una flecha encendida, o una centella desprendida del fuego celestial, o una llama del amor divino que incendió dos corazones humanos, sino que es algo aún más sagrado a lo que se llamará: sacramento.
Este tipo nuevo de matrimonio, entre dos hijos de Dios, funda un nuevo tipo ideal de familia: la familia católica.
He tratado más brevemente del carácter sagrado del sacramento católico del matrimonio, porque volveré a ocuparme más adelante de él.

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