Edith Stein Virgo Mater
Amores compatibles 5

VIRGEN Y MADRE – MADRE Y VIRGEN

VIRGO-MATER 
OBJETIVO UNITARIO Y DOBLE
Dos aspectos y una misma destinación 
de la mujer
Santa Teresa Benedicta de la Cruz 
[Edith Stein]

«La mater-virgo era para nosotros el prototipo de aquel tipo de mujer que dibuja el Antiguo Testamento: la mujer que está al lado de su esposo, administra una casa, y educa a sus hijos en el temor de Dios; luego, el prototipo de la Sponsa Christi, cuya casa es el reino de Dios, y cuya familia la comunidad de los santos.

Primero hay que preguntar si y en qué medida puede aquí tratarse de una cosa como contrapuesta a la otra. Si la mater-virgo es el prototipo de la genuina femineidad, en cierto sentido ambas deberían ser el fin de toda formación femenina. “Sponsa Christi” no es sólo la virgen consagrada a Dios, sino también toda la Iglesia y toda alma cristiana (como María es el modelo de la Iglesia y de todos los redimidos). Ser esposa de Cristo significa pertenecer al Señor y no anteponer nada al amor de Cristo. Poner el amor de Cristo por encima de todo, no sólo en la convicción teórica, sino en la profundidad del corazón y en la praxis de la vida, eso significa estar desasido de todas las criaturas, de la falsa vinculación a sí mismo y a otros, y ese es el sentido más íntimo y espiritual de pureza. Esta virginitas del alma puede también poseerla la mujer que es esposa y madre: ciertamente, sólo por esta virginidad debe ella cumplir su tarea; el amor servicial, que no es ni sumisión de esclava ni dominante autoafirmación del propio yo, sólo puede nacer de esta fuente. Por otra parte, el amor servicial, que es la esencia de la maternitas, debe necesariamente extenderse a todas las criaturas, por amor de Cristo. Por ello también la mujer que no es esposa y madre deberá custodiar esta maternitas espiritual en la meditación y en la acción.
Con esta unión general del ideal de virgo-mater no queda suprimida sin embargo la diferencia de los dos tipos de mujeres y de los dos tipos de configuración de la vida. Desde luego no es algo exterior e in-esencial que una mujer sea esposa y madre o no lo sea. Ello comporta el crecimiento de toda la persona en un gran organismo corpóreo-espiritual; y, para que este proceso se desarrolle de un modo correcto, cuerpo y alma deben tener una determinada actitud; y luego, en la incorporación – y por ella – a este gran organismo, recibirán una determinada impronta y una particular forma. Por otra parte, también la vida fuera del matrimonio exige una determinada aptitud del cuerpo y del alma, y confiere por su parte una determinada impronta.

Se distinguen así dos caminos. La separación entre ellos puede estar pre-trazada por una disposición natural. Muchachas con una fuerte vitalidad, con una afectividad cordial que les impulsa a una vinculación cercana con otros seres humanos, al ejercicio de la vida común, al cuidado y al socorro, con capacidad e inclinación para diferentes actividades prácticas, nos parecen poseer la disposición natural para la vida familiar.
Para muchachas con vida instintiva más débil, con una inclinación a la reflexión y a la soledad, nos parece muy posible una vida de soltera.
Pero la simple disposición natural no es decisiva. Ella no confiere por sí sola todavía la plena aptitud ni para un camino ni para el otro. Matrimonio y vida familiar piden no sólo libre desarrollo, sino también ampliamente cercenamiento, autodominio, y transformación de los instintos naturales vitales y sociales; algo análogo vale para el otro camino. Por otra parte, la vida no siempre conduce al camino que la disposición natural señala. La vocación puede estar en contraposición con la disposición natural.

Matrimonio y formación de la profesión: formación política-social
Veo aquí el problema central del trabajo práctico de la formación de las chicas, y en su resolución nuestra respuesta católica a las cuestiones epocales. El fruto de una formación ideal – y esto no significa otra cosa que plenamente adecuada a la realidad – debería consistir en hacer apta a toda muchacha, ya sea para el matrimonio, o para una vida de soltera: en el primer caso, mediante la energía corporal y la salud, el sentir natural no deformado, la voluntad para el sacrificio y para el olvido de sí; en el segundo, mediante la superación de la vida instintiva con una espiritualidad más fuerte.

Hoy necesitamos más que nunca madres que respondan al ideal de la mulier fortis [La Mujer fuerte]. Y, puesto que la vocación a la maternidad natural debe ser considerada en caso normal, también el tipo normal de escuela de chicas y la correspondiente educación deberían plantearse en orden a este fin.

Pero, dado que también aquellas chicas cuya disposición natural apunta hacia este camino no están en modo alguno seguras de ir realmente por él, todas deben ser preparadas también para el otro camino. La disposición natural para la soltería es un caso excepcional. La vocación para la virginidad consagrada a Dios no es sin embargo en absoluto algo sólo dado a aquellas que tienen la disposición natural al respecto. Y hoy la soltería es el destino de muchas cuya naturaleza e inclinación parecían determinarlas por el otro camino. La obra de formación debe encontrar solución para todos estos casos, a fin de que a la llamada de Dios, que lo mismo puede hablar por disposiciones exteriores que por la del corazón, se le dé una continuidad voluntaria, de modo que no se acoja con rebeldía ni con cansada resignación.

Puesto que la llamada a la virginitas se da también allí donde no existe vocación para la vida religiosa, y puesto que también allí donde – contra la inclinación natural – dicha llamada se afirma fuerte y alegremente, tenemos ahí una garantía de que la naturaleza no es oprimida o patológicamente deformada en estos casos.

El fundamento para ello es la actitud de la ancilla Domini, [servidora del Señor] que debe ser fin y fruto de la obra religiosa de formación. Pero, junto a eso, deben ser educadas las energías en orden a una realización fecunda de la naturaleza.

Para el tipo de chica que muestra disposición natural para la condición de ama de casa y de madre, el fin de la formación debe ser el logro de habilidad en orden a una dedicación que corresponda a sus capacidades: aquella en que deben predominar las aptitudes de madre y de ama de casa, tales como trabajo doméstico, trabajo agrícola, jardinería, eventualmente actividad en el ámbito comercial, o en el educativo, asistencial y sanitario. Para el tipo predispuesto a la actividad espiritual, el fin debe ser la capacitación para el trabajo espiritual creativo o servicial, de tipo científico, o artístico u organizativo. Aquí, sobre la base común, entra una particularidad: esta meta de la capacitación profesional, que hay que buscar en interés del sano desarrollo de la personalidad individual, corresponde a la vez a la exigencia social de incluir las energías femeninas en la vida cultural y popular.

A fin de que la inserción de la actividad personal en el todo social ocurra de forma correcta, y también porque la comprensión de la importancia social de la actuación personal fortalece la disponibilidad y el gozo al respecto, debe establecerse como meta en el trabajo de formación de las muchachas la obtención de claridad en el conocimiento de la estructura y de las leyes vitales del Estado y de la sociedad. 
[Fin]
Tomado de :Edith Stein: “Problemas de la formación de la mujer”. 
Tomo IV de las Obras Completas, Editorial Espiritualidad – Monte Carmelo – El Carmen.  Pág: 518 y ss.
En la Edición de las obras de Ediciones Palabra: La mujer. Tomo 4º, este mismo texto se encuentra a partir de la Pág. 249

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