Blog destinado a presentar y comentar la Revelación divina acerca del amor humano: Creado según el designio divino, luego caído y herido por el pecado original, después santificado en el pueblo elegido; elevado por fin a Misterio Grande en el sacramento del matrimonio y hoy tan ferozmente agredido.
ENFERMO DE CÁNCER – Testimonio del Padre Daniel A. Loring S.J.
El 15 de enero de 1955 murió en Saint Louis, USA, el célebre Padre Daniel A. Lord S.J., jesuita norteamericano. Fue escritor notabilísimo: de su pluma salieron centenares de libros y folletos, así apologéticos como doctrinales. Organizó grandes empresas, dando extraordinario auge a las Congregaciones Marianas; y aún escribió varias obras teatrales sumamente estimadas y representadas con gran éxito. Difícil es calcular los millones de personas que han leído sus amenos escritos. En los últimos días de su vida no dejó de escribir a pesar de conocer la inminencia de su muerte, debida a un cáncer pulmonar. Es de gran interés conocer sus palabras cuando recibió la noticia de su enfermedad: no sólo muestran la grandeza y altura de su alma, sino que pueden consolar cristianamente a los afectados de una enfermedad como el cáncer.
– “Es cáncer”, me dijeron los médicos; “cáncer en los pulmones”. Mi pregunta era inevitablemente: – “¿Cuánto tiempo de vida me queda?”
Unos querían suavizar la cosa lo más posible. Pero ¿qué podían decir? “¿Quién sabe? No se pueden hacer predicciones sobre el cáncer”…
Me sentí aliviado. Yo esperaba morir algún día del corazón o de un derrame cerebral, y tenía miedo de que mi muerte fuera inesperada y repentina o quizás sin sacramentos. El cáncer me pareció algo amable, casi como la venida preliminar del Ángel de la muerte, para decirme: “Todavía no. Tienes tiempo para pensar, orar y enderezar las líneas del libro de la vida”. En las Letanías de los Santos, siempre he dicho con gran énfasis: “De la muerte repentina e imprevista, líbrame Señor”.
No puedo dejar de ver que el temor al cáncer está muy exagerado. La gente cancerosa vive a menudo y vive gozando de robustez. El cáncer no retira necesariamente al hombre de su rutina ordinaria. Puesto que todos debemos morir, Dios se muestra amable cuando envía un mensajero anticipadamente con una gentil pero enfática advertencia. De seguro que todos podemos dedicar un poco de tiempo para prepararnos para el Juicio.
Porque la muerte no es el fin sino el principio de la única vida que puede satisfacer la inquieta, ilimitada, gloriosa sed de nuestras almas inmortales. Dios permite la enfermedad como un preludio de la muerte. Si en ello hay sufrimiento, Cristo sufrió primero y compare su pena con divina generosidad.
El enterarse de que uno tiene cáncer, agudiza nuestra mirada de conjunto sobre la propia vida; la tierra parece más hermosa, el cielo algo más claro ya cada momento del día es valioso y algo digno de atesorarse.
Me alegra que América haya tomado interés en el problema de esta enfermedad. Pero cuando leo que ella es “el peor enemigo” del hombre, no pueden convencerme de ello. No puedo comprender la razón de ese espantoso miedo al cáncer. He conocido a tantos que murieron tranquilamente a causa del cáncer. Un amigo, que era sacerdote, de cáncer en la lengua, se fue silenciosamente a su cuarto, pasó meses santificándose y murió con una sonrisa. El prefecto de un colegio de muchachos, que siguió dirigiendo la escuela desde su lecho, sostuvo entrevistas, impulsó el desarrollo del colegio y trabajó casi mejor durante su enfermedad que cuando gozaba de plena salud.
Parece que Dios utiliza las cosas que tenemos, para acercarnos más a él. Puesto que debemos morir y dado que la muerte es la entrada en la vida verdadera, me alegro personalmente de que el cáncer, el amable mensajero, haya venido con alguna anticipación. Porque la vida parece más dulce cuando se funda suavemente en aquella Vida que es Promesa Eterna”.