FALSA COMPASIÓN [12 de 20]
«OBEDIENCIA QUIERO Y NO COMUNIONES»

Respondo a una consulta de Carmen

Ella me escribe inquieta por el tema en boga: la comunión de los divorciados.
Si lo que queremos, como hijos de Dios por el bautismo, es complacer a Dios Padre, lo que importa es obedecerle gustosos, hacer su voluntad. No podemos desear «hágase tu voluntad» cuando en los hechos queremos imponerle la nuestra.
 En una palabra: unos pueden hacer la voluntad del Padre comulgando, y otros hacerla absteniéndose de comulgar. Eso es lo que importa.


El correo de Carmen dice:

 Hace un tiempo escribi a Catholic net una pregunta que no me han
contestado. Vuevo a preguntar. dice Cristo tambien a Pedro que lo
que ate en la tierra será atado en el Cielo y lo que desate en la tierra
sera desatado en el cielo? Si uno mata a su conyuge, y luego se
arrepiente Dios le perdona y se puede volver a casar pero si te
divorcias Dios no te perdona?

Muy estimada: 

Su pregunta deberían haberla dirigido los amigos de la webmaster de Catholic.net al autor del artículo, P. Javier Olivera <javierolivera@ive.org>
Le estoy reenviando copia a él, que sin duda responderá con mayor conocimiento que yo sobre el tema que domina.
Pero creo que el Padre ha querido que me la enviaran también a mí para que le comparta la luz que se me alcanza sobre el tema que la inquieta.
Antes que nada, es un error decir que Dios no perdona el divorcio.
Estamos hablando del divorcio civil. Ese divorcio también lo perdona el Señor.
Más aún, ni siquiera es pecado si hay razones válidas y reales para divorciarse (civilmente), como en el caso de malos tratos, riesgo de vida, etc.
Esto es enseñanza de la Iglesia. Le recomiendo que lea el Catecismo de la Iglesia CAtólica.
Por el contrario, del matrimonio sacramental, válidamente contraído, no hay divorcio posible. Dios mismo lo ha dicho. El Padre, Cristo, la Iglesia permiten la separación por graves razones como en el divorcio civil. Pero mientras que el vínculo civil se disuelve, muy al contrario, el vínculo sacramental del matrimonio dura lo que el juramento irrevocable ante el altar: «hasta que la muerte nos separe».
Aunque los esposos se separen en vida, lo cual es lícito si hay razones graves, el sacramento permanece intacto. Esto impide tomar un nuevo cónyuge o, como dicen vulgarmente «rehacer su vida».
Jesús enseña que lo que el Padre no quiere, lo que le desagrada, es que luego de un matrimonio sacramental, un hijo suyo atente otra nueva unión. Si se hace eso, desconociendo la voluntad del Padre, el bautizado deja de comportarse como hijo, abjura y apostata en los hechos de su condición filial.. ¿Por qué? ¡Porque se desentiende de la voluntad del Padre y le opone su propia voluntad al querer del Padre!

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