¿HASTA DÒNDE PUEDO DEJAR QUE LLEGUE MI NOVIO? (2)

Comentario a la entrada reciente del primero
de febrero: «¿Hasta dónde le puedo permitir que llegue mi novio?
Querida hermana: leyendo tu testimonio, me
recordó mis tiempos de novia. Por lo que me dieron ganas de
contarte mi experiencia, y las gracias que recibimos durante este tiempo y
que sin duda se prolongan en nuestro matrimonio.
Tuvimos la gracia de vivir en castidad nuestro
noviazgo.
Y te aseguro que si la mujer no se pone
firme, la pasión y la lujuria domina al varón.
Yo trataba de evitar los abrazos y besos
prolongados, evitar que los cuerpos estuvieran demasiado pegados. Hacìa que me abrazara por los hombros y que bajara las manos por los brazos y
hasta la cintura. Porque los brazos sirven de escudo, justamente es necesario que abracen desde los hombros y por los brazos y hasta la cintura como límite. 
Siempre era yo la que tenía que decir: ¡basta! 
Y lo invitaba a ofrecer al Padre esas ganas
que teníamos de seguir abrazándonos o besándonos, en bien de nuestro futuro
matrimonio o de los hijos que vendrían.
Como experimentarás, estar en esta
guardia continua es mmuuuuuuuuuuuy, pero mmuuuuuuuuuyy cansador.
Pero te aseguro que esto educa al varón. Lo
educa también para renuncias dentro del propio matrimonio, cuando por una causa
u otra no se puede tener relaciones. Y como bien explica el P. Horacio, lo
ayuda a dominar su lujuria.
Me parece también importante que el varón
se entere de una forma u otra que a la mujer le duele su actitud
lujuriosa. Digo esto por la siguiente experiencia:
A los pocos días de haber comenzado nuestro
noviazgo, estábamos en un lugar público pero dentro de una camioneta y cuando
quise acordar mi novio tiró mi asiento para atrás, dejándome en posición
horizontal y se me venía encima. Yo me puse a llorar y le dije:
¡Sos como todos! (yo estaba muy
ilusionada, pensando que iba a ser distinto porque era católico).
Al otro día él me dijo que a través de mi
llanto había medido mi grado de fe. Nunca más volvió a pasar algo semejante. Y
hasta el día de hoy es muy cuidadoso y respetuoso.

Nos casamos enseguida, si hubiéramos tenido relaciones, además de ofender al Padre y quedar heridos nosotros, el noviazgo se hubiera prolongado, porque él hubiera seguido cómodo en su casa, viviendo con sus padres y usándome para satisfacerse. 
Como explica el P. Horacio, las chicas teniendo relaciones le dan un cebo al novio. «Ceban al tigre con carne». Después la chica quiere casarse, pero él no. 
Mi novio, deseaba casarse conmigo, cada vez que nos despedíamos me decía: «voy a construir un nidito para las dos». Deseaba vivir conmigo, y por más que sus intenciones estuvieran heridas por el pecado original, la castidad del noviazgo, le sirvió (y a mi también) para ir purificando las intenciones. 
Para los novios liberales, ¿qué sentido tiene la luna de miel?. Son unas vacaciones más, de las tantas que ya habrán pasado juntos. 
En la luna de miel, mi esposo me decía: ¡Qué lindo cuerpo que tenés! Y yo NO tenía 18 años NI medía 90 – 60 – 90. Pero te cuento esto, para que veas la expectativa que se le crea al varón en torno al cuerpo de su futura esposa. Obviamente que nunca más me volvió a decir algo semejante ja, ja.

La gracia de vivir en castidad el noviazgo,
nos animó también para ofrecer al Padre las dos primeras noches de la luna de
miel, sin tener relaciones. Lo hicimos como forma de purificarnos, para bien
del matrimonio y de los hijos que vendrían.
Bueno, esto era lo que te quería contar. ¡Ánimo!
y que Dios te fortalezca en la «guardia», para bien de los dos y de
tu futuro matrimonio.
Un abrazo

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