JULIANA: UN CAMINO DE CONVERSIÓN
TESTIMONIO

TESTIMONIO Buenos Aires 19-05-2019

Estimado y querido Padre: Por medio de la presente, intentaré hacerle llegar todo mi afecto y admiración y en especial hacia su ministerio sacerdocio. Quiso la Divina Providencia poner en mi camino a esta amiga en común, la Señora V. P., la cual tuvo la delicadeza de ayudarme a establecer un contacto con Usted.
Como alguna vez le referí personalmente, Ud., por medio de su interesantísimo programa “El demonio de la acedia” o “En mi sed me dieron vinagre”, se convirtió en una fuente de sabiduría donde yo llegaba a beber ávida y doliente, allá por esos años, cuando aún yo no entendía qué pasaba dentro de la Iglesia, pero sí percibía que a cada paso, encontraba desolación, abandono, indiferencia… Fueron años muy duros para y mí y, la verdad, no sabía “¡para dónde agarrar!” Aunque poniendo mi confianza en Dios y María Santísima, procuré buscar siempre la sana doctrina.

Así que aquellos excelentes programas más un libro suyo que descubrí en Internet «Teologías Deicidas» sobre los escritos del sacerdote Juan Luis Segundo S.J., vinieron a poner un poco de orden y claridad en el matete que tenía dentro de mi cabeza.
Siendo una conversa a mis cuarenta años, habiendo tomado a esa edad mi primera comunión y recibido la Confirmación con la guía y formación de  frailes franciscanos, podría decir que me enamoré íntegramente del Divino Salvador, y a sus pies me arrojé consciente de “mi nada y mi pecado”.
Lloré muchos años Padre. Muchos años vi lo negro de mi alma y el pozo infame donde había caído. Así que ya no pude más vivir sin Jesús y me entregué sin reparos en el horno ardiente de su Adorable Corazón. Fueron años de extremo sufrimiento, porque mi vida se dio vuelta por completo. Todo cambió cuando dejé atrás la “mujer vieja” y decidí renacer en Cristo Jesús. Dejé mi casa. Atrás el padre de mis hijos – Mi hijo J. se quedó con su papá (ya contaba con dieciocho años) y yo con mis dos hijas G. de catorce años y R. de seis me fui a vivir en la Provincia de Buenos Aires, a una localidad llamada Pontevedra, del partido de Merlo.

Bueno. Paralelo con los terribles padecimientos económicos que pasé, encontré a cada paso personas maravillosas, católicas de alma, que me ayudaron y sostuvieron en las más diversas tribulaciones (vivienda, trabajo, cuidado de mis hijas, alimentos) hasta que lentamente me fui rehaciendo y mientras tanto me entregué con fervor a diversas tareas dentro de la Iglesia. Sobre todo soñaba con ser una buena misionera y llevar la Buena Noticia a todos aquellos a donde me pudieran llevar mis pies y mi corazón.
Tuve la dicha de encontrar excelentes amigos que me enseñaron a rezar el Rosario, me regalaron mi primera Biblia, me enseñaron el catecismo, las oraciones, las diversas devociones.- En fin, sobre todo laicos de muy buena formación, que me ayudaron a lograr una base sólida y a descubrir, aún en los primeros tiempos, la ideologización de la Iglesia.

Yo no comprendía por qué había, en la mayoría de los sacerdotes que conocí en esos años, tanta frialdad ante los asuntos de Dios. Las capillas semi-abandonadas o semi-cerradas y la indiferencia de aquellos ante el avance sin tregua de las sectas (aún de las más nefastas) como el culto del gauchito Gil, San La Muerte o los grupos de Umbandas.
Parecía (como hoy lo sigue pareciendo aún más) que había que mirar para otro lado y “dejar hacer”. De a poco y ladinamente se iba instalando el triste discurso de “todos tenemos un mismo Dios” o “Dios nos quiere como somos” y la falsa misericordia y/o el falso ecumenismo.
Luego la vida licenciosa o al menos desordenada de estos pobres sacerdotes con lo que raramente se podía una acercar para “gustar de las cosas de Dios”.- Más de una vez me sentí horrorizada por el mal trato de la liturgia o la total desacralización de las cosas santas.- A veces el sarcasmo o la ironía eran las respuestas ante la angustia espiritual o emocional de muchos fieles (Aunque había sacerdotes buenos).

Fue entonces que una palabra nueva y reveladora trajo luz a mi existencia: ACEDIA, EL DEMONIOS DE LA ACEDIA. – Y Usted, Padre que irrumpía en mi vida desde la señal del Canal Católico EWTN.- Con su mirada limpia y su voz esclarecedora, empezó a descorrerseme el velo de tanta oscuridad. A través de esos trece episodios, fui dilucidando, contrastando y sacando conclusiones de todos los temas que como creyente me llenaban de angustia.

Así que una vez que lo descubrí, estuviera donde estuviese trataba de apurarme para llegar a horario para ver al Padre Bojorge. Eso le decía a mi amiga Maruja. Yo alquilaba una parte de su casa y mirábamos juntas su programa. Un cariño entrañable fue creciendo en mí hacia su persona. ¡Por fin encontraba un verdadero Padre! Su hermosa Paternidad, se adentró muy hondo en mi ser y ya no me sentía como una pobre huérfana solitaria.

Luego, al leer aquel libro otro libro suyo TEOLOGIAS DEICIDAS que exponía claramente lo que era la teología de la liberación (A luz de la figura del P. Juan Luis Segundo) amplió aún más el panorama desolador que hacía largo tiempo se presentaba ante mis ojos: “Mi casa será llamada casa de oración pero vosotros la  habéis convertido en una cueva de ladrones”. Es así Padre. Ladrones, mercenarios de la Fe, lobos con piel de oveja, han pisoteado la viña y ¡oh ilusos! piensan en su ceguera que podrán destruir a la Esposa del Señor.

Ésta es bella, pura y santa. Como que su Esposo es el Santo de los Santos, el Rey de Reyes ¡el Justo Juez que ha de venir a juzgar a vivos y muertos!

Queridísimo Padre: le agradezco a Dios, en su infinita bondad, otorgarme la gracia de haberlo conocido. Han pasado muchos años y los caminos del Señor me llevaron a la Fraternidad San Pío X, a conocer la belleza de la Misa tradicional. También allí conocí a mi buena amiga Victoria, y por supuesto no por casualidad. Es por esta cercanía (tan cercana del Corazón de la Santísima Virgen), que he llegado a Usted.

¡Sólo me queda decirle gracias! Una y mil veces gracias. Por todos estos años de entrega, de sacrificios, de labor incansable por Dios y por la salvación de las almas. Y sobre todo por llevar bien alto la bandera de vuestro bendito Padre San Ignacio de Loyola. Como un verdadero soldado de Cristo, como un jesuita de pura cepa.

Cuando los jesuitas fueron expulsados, una Santa Mujer, María Antonia de la Paz y Figueroa, tomó su Cruz y atravesando la Patria desde los Andes hasta la Pampa, y llegando hasta Montevideo, se propuso, con la práctica de los Ejercicios, que aquel nombre de su fundador no fuera jamás acallado.

Hoy con el Islam golpeando a las puertas de Roma: ¿Será posible que el verdadero espíritu jesuita nos salve una vez más de la ira del Omnipotente? Que Dios se apiade de nosotros y la Virgen de Montserrat nos ampare!

Un abrazo de su Hija Juliana. ¡A.M.D.G.!

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1 comentario en «JULIANA: UN CAMINO DE CONVERSIÓN
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  1. Ante todo, gracias Señor, gracias P. Bojorge por los Blogs que nos aportan tanto bien espiritual y nos hace Iglesia en comunión a todos los que de uno u otro modo tomamos parte en ellos.
    Cuántos puntos de coincidencia con Juliana en mi historia personal y cuánta coincidencia con la «obra de rescate» que por su sacerdote hizo el Señor conmigo para preservarme en lo venidero, con la gracia que no nos faltará si se la pedimos y cuidamos.
    Cuando se leen estos testimonios, como el de Juliana, uno no puede sentir sino gratitud, por la gracia de Dios que llega a salvarnos, por el portador de esa gracia que «fue enviado y salió con poder para hacer la obra de Dios» nuestro querido Padre Bojorge al que nunca le agradeceremos suficientemente lo que nos entrega, de la forma que nos lo regala y de la calidad o santidad, mejor dicho, de su misión. No nos quedamos en él, pero es justo reconocerlo para la gloria de Dios: «Para que viendo vuestras buenas obras den gloria al Padre que está en los cielos». Mat. 5,16 . En años, cuántos miles de km. ha hecho , buscando a las ovejas perdidas, enfermas, desnutridas, lastimadas» de la casa de Israel, la Iglesia.
    Ella recibió y debe anunciar rigurosa e íntegramente la revelación y así, es claro que nos duele las frases de las sectas, «Dios es el mismo aquí y allá» (en la Iglesia) Ojo, no hay dos o múltiples revelaciones… Con eso embaucan a los católicos y se los llevan a puñados!!
    Bendito Dios, a El la gloria. Gracias Julieta, Gracias Padre del alma.

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