Confirmo lo dicho en la entrada anterior
considerándolo a la luz de la Ciencia de las Religiones
Tras una vida de estudiar las religiones, el hierólogo Mircea Eliade arribó a esta conclusión: “lo sagrado, – dice – es un elemento de la estructura de la conciencia [humana], no un estadio de la historia de la conciencia”[1].
Y aún más explícitamente, afirma que: «En los niveles más arcaicos de la cultura, todo el vivir del ser humano es ya de por sí un acto religioso, pues tomar el alimento, ejercer la sexualidad y trabajar son actos que poseen un valor sacramental. Dicho de otro modo: ser -o más bien hacerse hombre -significa ser religioso»[2].
Voy a hacer tres consideraciones a propósito de estas afirmaciones de Mircea Eliade:
1. Primera consideración
Quiero señalar que, con esto, vino Mircea Eliade a refutar científicamente, una extendida convicción, que tiene su origen en la teoría del filósofo Auguste Comte, el padre del Progresismo. Me refiero a lo que se conoce como “Ley de los tres estados del progreso de la conciencia humana”, que serían los estados a) teológico o religioso, b) metafísico o racional y por último c) el científico o empírico.
El estudio de las religiones le confirma a Mircea Eliade algo que Auguste Comte hubiera debido aprender simplemente de la historia de la Antigüedad: que el hombre es necesariamente y en toda época, un ser religioso, aunque en todas las épocas haya existido una “crítica de la religión” y haya habido hombres irreligiosos. Y que, aún cuando un hombre se empeñe en abolir la dimensión divina, sólo lo logrará proyectándose a sí mismo dentro de ella. Es decir, divinizándose a sí mismo, aún cuando evite, sin embargo, tematizar, explicitando la naturaleza religiosa de esta auto absolutización.
Se ha observado agudamente que “Muchos no se dan cuenta, o mejor, quieren ocultarse a sí mismos el hecho de que, una vez negada la adhesión a la antigua fe, han venido a ser esclavos de una religión de sustitución […]. La descristianización y la secularización de la vida – que comenzaron con el Iluminismo – […] de ninguna manera han conducido fuera de la órbita de lo religioso… sino al contrario sólo a un cambio dentro del ámbito de la fe. En realidad, el hombre moderno se ha apartado extremadamente de su religión originaria, pero ha caído en cambio en formas variadas y múltiples, en el dominio de los sucedáneos de la religión; se ha puesto al servicio, no de Dios, sino de un ídolo al que tributa culto y devoción”[3].
Aunque pueda sorprendernos, comprobamos que incluso el creyente que yo llamo apóstata anónimo: “no quiere renunciar a su religión ni siquiera cuando está empeñado en abandonarla, y que, por lo tanto, quiere conservar su forma cuando ya ha abandonado o traicionado su esencia”[4].
Uno de los rasgos de la deslealtad de religión antirreligiosa de la modernidad, – a la que Romano Guardini no vaciló en acusar de practicar fraude y doblez [5]– consiste en que su secularismo, su laicismo y su pasión trans-sacralizadora cabalgan sobre el progresismo. Y que, el mito del progreso, que Christopher Dawson calificó atinadamente como “la Religión del Progreso” [6], es una de las falsas profecías eudemonistas de la Modernidad[7], la cual sigue voceando arrogantemente sus profecías irreligiosas a despecho de que las calamidades históricas no cesan de desdecirlas. Según ellas los dioses ya conocieron su ocaso y ha llegado la culminación o el fin de la historia, con el advenimiento del hombre sin familia, sin patria ni Dios, mejor dicho, con la abolición en curso, y que debe completarse con entusiasmo religioso, de la familia, la patria y la religión tradicional[8].
Mircea Eliade vio atinadamente, que la irreligión es también expresión de la ineludible estructura religiosa de la conciencia humana, y que se opone a la religión como opuestos en el mismo plano, como el blanco y el negro en el orden del color.
2.1 Segunda consideración
En segundo lugar, quiero salir al paso de quien entendiese la afirmación de que lo sagrado es una estructura de la conciencia humana, en el sentido modernista, de que la revelación de lo divino se daría en un sentimiento religioso o en una experiencia religiosa subjetiva. Esta interpretación de la afirmación de Mircea Eliade, serviría a la religión-irreligiosa que hace del hombre el ídolo del hombre, ya que convertiría a Dios en un producto humano, por invención, por sublimación, por proyección, o como sea. El hombre sería el creador de Dios, como pretendía Feuerbach.
2.2 Modernismo y autismo religioso
En efecto. Para los autores modernistas – cuyas tesis fueron condenadas como heréticas por San Pío X en la Encíclica Pascendi pero se han convertido, en el transcurso de un siglo, en sentido común instalado, sin exceptuar a bautizados y ordenados -, para los autores modernistas, digo, el hombre accede al conocimiento de Dios por experiencia subjetiva de lo divino.
Pensemos en las aproximaciones reductivas del hecho religioso. Por ejemplo, en las afirmaciones de Carl Jung para quien Dios es un arquetipo del inconsciente colectivo o un contenido autónomo que emerge del inconsciente. Pensemos en modos de comprender la fe, – hoy ampliamente divulgados por autores como Eugen Drewermann y Anselm Grün – que la reducen a fenómenos de psicología profunda o la presentan como equivalente a ellos.
Lo que afirma en toda su obra Mircea Eliade es que el hombre es capaz de leer las epifanías objetivas de Dios en todos los aspectos de la realidad. Por lo que la realidad divina es normativa de su conciencia y no su conciencia la que segrega a Dios por un proceso subjetivo.
El conjunto de la obra de Mircea Eliade no autoriza, pues, una interpretación de su tesis en sentido modernista. Toda su obra postula el carácter objetivo de la divinidad, y el carácter tentativo, múltiple, pero convergente, de la incesante búsqueda de Dios, de parte de los hombres; de la parcial objetividad de sus percepciones e intuiciones religiosas y de las diversímodas manifestaciones de lo divino, que Mircea Eliade llama epifanías.
2.3 La revelación objetiva de Lo Divino
Como resultado de sus estudios, comprueba Mircea Eliade que las manifestaciones de orden divino suceden, y las percibe el hombre: “en cualquier parte, en cualquier sector de la vida fisiológica [concepción, nacimiento, muerte, sexualidad, alimentación], económica [laboral], espiritual o social. […] no sabemos que exista algo – objeto, gesto, función fisiológica, ser o juego que no se haya convertido alguna vez, en alguna parte, a lo largo de la historia de la humanidad, en epifanía […] Todo lo que el hombre ha manejado, sentido, encontrado o amado pudo convertirse para él en hierofanía, [… aunque] Evidentemente no se trata de que toda la especie humana haya pasado por todas esas fases, de que cada grupo humano haya conocido, una tras otra, todas esas hierofanías”[9].
Mircea Eliade reconoce que no hay dimensión de la naturaleza o del cosmos que no haya sido o no pueda ser considerada, en un momento u otro, por uno u otro grupo humano, como una epifanía, como una manifestación de la divinidad, de su dynamis o de su gloria. Dios se revela ubicuamente. La piedra, la fuente, el bosque, la montaña, el mar, los cielos, el sol, la luna, los astros, la naturaleza entera o sus partes, sus ciclos y sus cataclismos. Pero no sólo el orden cósmico, también el orden político se ha prestado a lo largo de la historia de las religiones a funcionar como epifanía de lo divino. El Rey, el Emperador y los dioses-monarcas del Olimpo o de los Infiernos. También el orden moral, de las fuerzas del alma, ha dado lugar a la divinización de las virtudes, o a la consideración de que en ciertas virtudes o actitudes humanas hay un destello sobrehumano y divino.
Juan Pablo II ha resumido felizmente, en un párrafo, la historia religiosa de la humanidad, cuando dijo: “Encontramos aquí el punto esencial por el que el cristianismo se diferencia de las otras religiones en las que desde el principio se ha expresado la búsqueda de Dios por parte del hombre. […] Aquí [en el cristianismo] no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en Persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino por el cual es posible alcanzarlo. En Cristo […] es Dios mismo quien habla en su Verbo hecho carne.”[10].
Si bien es cierto que en la revelación bíblica Dios se revela y manifiesta de muchas maneras y en todos los ámbitos de la creación, su manifestación culminante tiene lugar en los vínculos interpersonales, porque su comunicación suprema es una comunicación de Alianza. Alianza de parentesco primero y Alianza de filiación finalmente. Volveré más tarde más extensamente sobre esta afirmación.
2.4 Concluyo mi segunda observación (a las afirmaciones de Mircea Eliade acerca de lo sagrado como estructura de la conciencia) mostrando que es acorde y que confirma la verdad de la doctrina católica, según la cual:
a) habiendo sido creado el hombre a imagen y semejanza de Dios, hay en él una disposición natural, una capacidad o potencia, para entablar relaciones con Dios. Una tendencia que lo lleva a buscarlo, aunque también le sigue siendo posible desoírlo, mal entenderlo, rechazarlo, o cambiarlo por objetos divinizados.
b) habiendo creado al hombre a su imagen y semejanza, nos ha hablado “en el pasado de una manera y de muchos modos… y en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo”[11].
3. Tercera consideración
En tercer lugar quiero notar que la afirmación de Mircea Eliade: “lo sagrado, es un elemento de la estructura de la conciencia y no un estadio de la historia de la conciencia” no solamente no excluye que la irreligión sea un fenómeno religioso, sino que lo incluye y postula.
La palabra Religión, que designa una virtud moral, encierra la noción de “religación” o vinculación con Dios. Análogamente a lo que sucede con los vínculos interhumanos, la religación a Dios supone una cierta comunión y comunicación de mensajes, bienes, favores y afectos.
Pero siendo un vínculo o ligadura que establece un ser libre con otro, le es siempre posible al hombre negarse a la vinculación de manera análoga a la que puede establecer o romper vínculos de alianza, comunión o fidelidad con otros hombres. El hombre que es un ser social, puede tener conductas antisociales. De la misma manera, el hombre que es un ser religioso, puede tener conductas irreligiosas o antirreligiosas. Religión e irreligión son opuestos en el mismo Orden, que es el Orden de la vinculación efectiva y afectiva con la divinidad.
Que la virtud de la Religión sea una virtud, significa que no es una necesidad y que a ella le corresponde un vicio opuesto que es la irreligión. De hecho, siempre ha sucedido y sigue sucediendo, que el hombre irreligioso se niega al vínculo con lo divino.
Esto lo tuvo en cuenta Mircea Eliade en sus estudios sobre el hecho religioso, como veremos después.
[1] Mircea Eliade; Historia de las creencias y de las Ideas religiosas, Vol. I.- De la Prehistoria a los Misterios de Eleusis, Ed. Cristiandad, Madrid 1978, cita en p. 19.
[2] Mircea Eliade, Historia de las Creencias y de las Ideas Religiosas, Ed. Cristiandad, Madrid 1978, T.I, p. 15. (Ed. orig.: Histoire des Croyances et des Idées Religieuses, Ed. Payot, Paris 1976)
[3] Albert Lang, Introducción a la Filosofía de la Religión, Ed. Club de Lectores, Bs. As. 1967, p. 71
[4] Bernhard Welte, Filosofía de la Religión, Ed. Herder 1982, p. 253-254
[5] Romano Guardini, El Ocaso de la Edad Moderna, Ed. Guadarrama, Madrid 1958, p. 143 (Original alemán: Das Ende der Neuzeit, Basilea 1950)
[6] Christopher Dawson, Progreso y Religión, Ed. La espiga de oro, Buenos Aires, 1943
[7] En: Mujer ¿por qué lloras? Gozo y tristezas del creyente en la civilización de la acedia, (Ed. Lumen, Bs. As 2ª. Ed. 1999, en el capítulo quinto, 2.10 al 2.13, págs. 171
[8] El P. Alfredo Sáenz,S.J., ha expuesto esta visión religio-irreligiosa en su libro: El Nuevo Orden Mundial en el pensamiento de Fukuyama, Ed. Del Pórtico, Bs. As. 2000; al que había precedido: Antonio Gramsci y la revolución cultural, Ed. Gladius, Bs. As. 1975
[9] Mircea Eliade, Tratado de Historia de las Religiones, Ed.Cristiandad, Madrid 1964, cita en Vol. I p. 34-35
[10] En: Tertio Millennio Adveniente, Nº 6
[11] Hebreos 1,1-2