LA LUJURIA ES DEMONÍACA (8) LOS DEMONIOS
INDUCEN ADICCIONES SEXUALES
PARA DOMINAR AL SER HUMANO

El demonio aspira a un principado análogo y rival al de Dios sobre el hombre. Así lo afirma Santo Tomás:
“ambicionó además como consecuencia cierto principado sobre los demás seres: en lo que también presumió en su perversidad asemejarse a Dios” [Suma Teológica, 1ª Parte, cuestión 63 art. 3º C.]

Pero ese principado no puede ejercitarlo como lo hace Dios y los Ángeles buenos, sino que, de acuerdo a la corrupción de su naturaleza por el pecado demoníaco sólo puede ejercerlo a través de la mentira, y la coacción, usando el halago para inducir en soberbia o la amenaza para mover a desconfianza en Dios.

Los Ángeles y los demonios pueden influir en los sentidos humanos e incluso en los cuerpos.
Pueden también corporizarse, como el Ángel Rafael convertido en compañero de viaje de Tobías.


Como dice Agustín en XV De Civitate Dei [La Ciudad de Dios]:

«Muchos de los que experimentaron, o que lo oyeron de los que lo habían experimentado, confirman que los silvanos y los faunos, vulgarmente llamados íncubos (demonios), muchas veces han raptado mujeres y se han unido a ellas. Por lo tanto, negar eso sería precipitado.

        Pero bajo ningún concepto los santos ángeles de Dios pudieron tropezar de este modo antes del diluvio. 
       Por eso, por ‘hijos de Dios’ son entendidos los hijos de Set, que eran buenos. Y por hijas de los hombres la Sagrada Escritura designa a las nacidas de la estirpe de Caín (que no eran buenas). 
        No hay que extrañarse, pues, que de ellos pudieran nacer gigantes. Ni todos lo fueron,
pero antes del diluvio hubo muchos más gigantes que después. 

      Pero, aun
suponiendo que alguna vez naciesen o hubiesen nacido seres humanos de una unión habida con los demonios,
no serían engendrados por un principio vital propio del demonio o por el del cuerpo que lleva
unido, sino que  debiera ser tomado de algún hombre para tal objetivo. 

        Esto es lo
que sucedería, por ejemplo, si el demonio se hiciese súcubo ante el hombre, e
íncubo ante la mujer, ya que podría tomar las semillas de algunas cosas para
engendrar cosas distintas, como dice Agustín (IIIº De Trinitate. De la Trinidad). En este caso,
el hijo que nace no es hijo del demonio, sino hijo del hombre del que tomó el
ser. 

[Santo Tomás, Summa Theologica Primera Parte, Cuestión 51,
Artículo 3 ad 6m]

       
Los dichos de San Agustín, evidentemente, son tomadas de leyendas antiguas nacidas de la mitología. Pero las técnicas de fecundacion artificial y los intentos de producir seres humanos por via artificial, considerados en su inspiración rebelde contra Dios y el orden creado por él, tienen un manifieso signo demoníaco, de rebeldía contra Dios.
       Al mismo tiempo demuestran que el demonio que inspira estos intentos, toma los gametos de seres humanos.

La alusión de San Agustín a los demonios Íncubos y Súcubos nos remite a experiencias oníricas de todos los tiempos. Son experiencias que se siguen dando y que, unánimemente, son de una clase de placer sexual acompañado de pesadillas y terror, no de amor, y se viven más como violación que como unión amorosa. Y sobre todo no son acompañados de la intención generativa, sino por lo general de invasión abuso o violación sexual.
        De hecho la experiencia de haber padecido sueños de íncubos o súcubos, se da en personas que han vivido experiencias de masturbación y sexo sin amor, o despiertan en personas «inocentes» la curiosidad por la exploración sexual en estado de vigilia. Pueden interpretarse como una forma de tentación mediante una vejación nocturna involuntaria.

         A la luz de estas verdades se nos da a comprender por qué y cómo induce el demonio a los desórdenes sexuales y puede, muchos casos iniciar en ellos.
         Ellos le permiten obtener un dominio sobre varones y mujeres. Un dominio despótico que ejerce a través del sexo desordenado, separado del amor y que por hacerse compulsivo eclipsa la libertad necesaria para amar a Dios.
          La así llamada ciencia psicológica no suele considerar como adictivas las compulsiones de naturaleza venérea. Y esos psicólogos hacen ciega a la ley y la justicia ante las violencias y crímenes por motivos sexuales (incesto, fornicación, adulterio, violaciones)
          El Señor nos enseña que los desórdenes sexuales, en los que el sexo se separa del amor y adquiere una fuerza propia, obsesiva y adictiva que llega hasta a anular la libertad, son de naturaleza demoníaca.
          Y nos hace ver que, como el demonio no puede ni quiere gobernar al ser humano por el amor de caridad, pues su pecado fue el rechazo de la caridad (que supone como condición necesaria la libertad porque viene de Dios)
          Lo que procura el Demonio es someter a su dominio por medio de la sexualidad desordenada, donde precisamente, por la obsesión y la adicción hace que el ser humano ya no sea libre y sea incapaz de amarse, ni siquiera de amarse a sí mismo.

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