La explicación monogenista del origen de la humanidad ha planteado la pregunta acerca de la necesidad de relaciones incestuosas entre las primeras generaciones de descendientes de Adán y Eva y las razones de su posterior prohibición. Es una cuestión que debo omitir por razones de tiempo pero a la que ha respondido San Agustín en la Ciudad de Dios[1].
La Religión como fuente de toda sociedad
Según el epos de la revelación bíblica, la primera relación interpersonal (social) del hombre es con Dios. Ésa es su primera relación y ella posibilita su relación esponsal, que es, a su vez, fuente de las demás relaciones de parentesco. El origen de toda relación de parentesco es la relación religiosa.
Esto tiene consecuencias que me parecen claras a la luz de lo que Mircea Eliade comprueba que es el rol de todo relato de los orígenes en la organización de la existencia del hombre, de todo epos como fundador de un ethos.
El vínculo religioso no es algo prescindible y adicionable a una realidad matrimonial y familiar natural preexistente. El vínculo religioso es el vínculo fontal y sustentador de toda la red de relaciones de parentesco y sociales de la humanidad. El vínculo primordial de Adán con Dios es el vínculo fontal, que posibilita el surgimiento y la permanencia de todos los demás vínculos, empezando por el vínculo esponsal con Eva, del que se origina la sociedad humana.
El hombre es un ser social, porque es un ser religioso.
Y si deja de ser religioso dejará de ser social.
En la concepción del autor bíblico inspirado, y por lo tanto, según el mensaje divino revelado acerca de la verdad de Dios y el Hombre, atentar contra la relación humano divina de Adán con Dios, y aún solamente el hecho de prescindir de ella, equivale a atentar no solamente contra la vinculación religiosa del hombre con Dios, equivale a quitarle el origen y el fundamento al amor matrimonial y a la amistad social; equivale a atentar contra la existencia misma de la Humanidad como sociedad.Pretender desacralizar el matrimonio y la familia equivale a procurar la abolición del hombre; porque una vez abolida la red de relaciones familiares, el individuo ya no sabe quién es.
[1] Libro XV, Cap. 16: Según San Agustín, la prohibición del incesto sobreviene históricamente habiendo cesado la necesidad primera del matrimonio entre hermanos, y se impone con el fin de enriquecer las relaciones de parentesco y sociales: “para que los hombres, a quienes importa la concordia, se uniesen entre sí con diversos vínculos de parentescos, y uno solo no tuviese muchos en una familia, sino que todos los vínculos se esparciesen por todas, y de este modo tuviesen diversas personas muchos de estos vínculos para que llegase a unirse más estrechamente la vida civil”.