LA SOLEDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
MADRE DE DIOS Y NUESTRA

NUESTRA
SEÑORA DE LA PACIENCIA
Meditación
Miremos a la Madre Dolorosa.
A la del Corazón Inmaculado,
del Corazón sin mancha de pecado.
Hija de Dios. Madre de Dios. Su Esposa.

La que ama a Dios, tres veces amorosa,
con toda el alma y sobre toda cosa,
como nunca y por nadie ha sido amado.

Hasta la Cruz lo amó. Desde la cuna.
Y Dios también la amó. Como a ninguna.

Porque si hay creatura
que, después de creada, al contemplarla,
Dios la vio buena y digna de alabarla;
que halló gracia a Sus ojos – «Santa y pura»
como dijo Gabriel al saludarla – :
ésa, es esta MUJER.

¿Cómo es, entonces, que el dolor la acosa
y no la viene Dios a defender?
¿Cómo es que viendo cómo se la veja;
cómo es que viendo cómo se la insulta,
parece que el Poder de Dios la deja,
parece que el Poder de Dios se oculta,
la abandona y la deja padecer?

¿Por qué no quiso Dios, puesto que pudo,
ahorrarle este dolor que la anonada?

¿Por qué no quiso interponer su escudo
ni apartar de su pecho la estocada?

¿Qué designio de Dios cumple esta espada,
cuando traspasa con su filo agudo
al alma más amante y más amada?  

¡Era preciso que ella padeciera!
¡Era preciso que ella reflejara
el oculto dolor que a Dios depara
que el hombre lo rechace y no lo quiera!

¡Era preciso que ella compartiera
por ser hija, el dolor de Dios, su Padre;
la Pasión de Dios Hijo, como Madre;
y sufriera, paciente y dolorosa,
las penas de su Esposo, como Esposa!

P. Horacio Bojorge
—oOo—

Nota: Histórica Imagen de la Dolorosa que perteneció al Siervo de Dios Mons. Jacinto Vera primer obispo del Uruguay. Éste la obsequió a Mons. Ricardo Isasa. Se conserva en la parroquia San Ignacio de Loyola, en Montevideo. El entonces párroco Pablo Touyá, que la restauró y volvió a la devoción de los fieles, le adjudicó la advocación Nuestra Señora de la Paciencia que me fue sugerido por su  semejanza con las del Señor de la Paciencia.

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