MADRES FORMADORAS DE FUTUROS PADRES (1 de 3)

La educación del niño por su mamá, no sólo tiene aspectos negativos, es decir el de corregir en el varoncito las malas  inclinaciones y sobre todo las pasiones de la gula y la ira.
El autodominio va dirigido a algo positivo. A realizar el bien. Y la mamá puede mucho para inspirar en su niño los gestos generosos con los más débiles, niños, ancianos, lisiados, personas con malformaciones físicas. Ella puede mucho cuando  alaba en su niño los gestos generosos, religiosamente motivados. Ceder un asiento, privarse de algo para darlo, tomarse una molestia por los demás. Ceder ante un hermanito o una hermanita menor, tener atenciones con los ancianos, ser servicial. El niño es muy sensible a la alabanza y a la reprobación de su madre. Si la madre planta las virtudes sugiriéndolas y las riega aprobándolas, las verá florecer.
¿No son acaso, las mamás las que tienen horror a que su niño se sacrifique por algo, o a que pueda sufrir alguna privación? Por eso son enemigas del sacrificio de sus niños, a veces hasta por una causa noble. 
El varón es capaz de concebir el valor y la hermosura del sacrificio más que la mujer. No es que ella no sepa sacrificarse por amor. Pero le cuesta más ver el sacrificio de los que ella ama. Ella defiende a toda costa la vida y el bienestar de ellos. Por eso, la madre debe abrirse a la generosidad de que su hijo se sacrifique por causas nobles y debe tener la generosidad de alabarlo cuando se sacrifica. Ese es el modo de educar a un hombre generoso y no a un gran egoísta. Por eso la mamá debe ponerse en guardia contra su afán de proteger excesivamente al hijo. Puede terminar ‘protegiéndolo’ contra la grandeza y hacer de él un pusilánime y un egoísta. Es la mamá la que debe iniciarlo en la virtud de la caballerosidad. La Escritura ofrece el ejemplo de la mamá de los siete niños Macabeos. Y el de María a los pies de la Cruz de Jesús.
Pero, para eso, ellas primero tienen que vivir como hijas de Dios. Tienen que cultivar un corazón como el de María. Tienen que cultivar el ser filial, ¡Ya son hijas por el bautismo! Pero tienen que cultivar la dicha de serlo, lo cual es imposible sin cumplir con las renuncias bautismales.. Es tan bonito: ¡Vivir de cara al Padre! Y enseñarle a su niño a vivir de cara al Padre y a dominar sus pasiones de cara al Padre. Hacer del propio hijo un hijo del Padre. Es el mejor regalo que puede hacerle una hija de Dios a su Padre celestial. ¡Un hijo! ¡Un adorador como Jesús!
Después también ese hijo va a mirar a su esposa de otra manera. Ese es un varón que está formado para mirar las personas, para considerar las personas, no para despersonalizar a la mujer y convertirla en «pata de pollo», lo cual es un drama para el alma femenina. Conozco muchas jóvenes  que precisamente sufren porque dicen: «¡No encuentro ninguno! No me gusta cómo me miran. Y yo no me voy a casar con un hombre que me mira así.» Yo creo que esta generación de mujeres paga los errores de otra generación de mujeres. Y esa generación de varones paga los errores de otra generación de  varones y mujeres. Este camino se inicia desde la familia y la mujer tiene que ser pilar. Ella es la más temprana y principal formadora. ¿Por qué no hay varones que valgan la pena? Porque las mamás primero y los papás después, no los saben formar con su palabra pero principalmente con su ejemplo de santidad.
Éstos males no se generaron de golpe sino que vienen arrastrándose y creciendo a través de siglos. La cultura cristiana, y en gran medida la tan calumniada Edad Media,  no originó el machismo del varón ni la dominación de la mujer. Formó a través de siglos al caballero y a la dama. Caballeros: varones capaces de ir a pelear y morir por una causa justa y en muchos casos su causa era su dama. Es decir su esposa, su familia y sus hijos. Por eso venían y ofrecían sus hazañas a la dama. Esos caballeros eran los que siempre dejaban pasar a la dama primero. Hasta en el lecho también, primero ella. Ése era el hombre que formó el cristianismo: un hombre capaz de morir, el hombre casto. Y a la mujer la quiso hacer una dama, digna de de que el varón diese su vida por ella, hasta morir por ella.
[Tomado de mi libro: La Casa sobre Roca. Noviazgo, amistad matrimonial y educación de los hijos para el matrimonio. Editorial Lumen, Buenos Aires 2005, página 142-143]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.