Blog destinado a presentar y comentar la Revelación divina acerca del amor humano: Creado según el designio divino, luego caído y herido por el pecado original, después santificado en el pueblo elegido; elevado por fin a Misterio Grande en el sacramento del matrimonio y hoy tan ferozmente agredido.
«Descansando en el prado te veía
radiante de una luz que me insinuaba
que no eras sólo un hombre
sino Dios.
Te rodeaba un aura santa y te decía
que reposar en tu hombro desearía
Para que entonces fuera un amor
De a dos.
Me atrajiste hacia ti con tu mirada
que me dijo tu amor sin decirme palabra.
Y en una nube invisible transportada
llegué hasta ti queriendo ser
tu amada.
Los cantores del cielo entonaron su canto.
La brisa de los valles acarició mi tez.
Olvidando del todo del mundo los quebrantos
sola, llegué hasta ti,
por la primera vez.
Me invitaste amoroso a sentarme a tu lado
Me infundiste confianza y me diste valor.
Se esfumaron mis dudas
eras tú aquel Amado
que atrayéndome a Ti
te me habías dado.
¡Y Tú estabas ahí!
Tu mirar era manso.
Tus gestos, delicados.
Me ofrecías sereno entregar mi alma a ti.
Y cerrando los ojos y en amor, suspirando,
me incliné en tu regazo
y te dije que sí.
Desde entonces, amado, sólo contigo hablo.
Sólo contigo cuento, sola contigo estoy.
Desde entonces, por siempre,
Mi amado, amante amado
Soy tu amada in aeternum
porque: ¡Sí!¡Eres mi Dios!
Soy una mujer vulgar y corriente que nunca imaginé llegar un día a estar enamorada del Señor como lo estoy.
Estos versos los escribí a raíz de algo que me sucedió, que no sé si fue una visión o un sueño despierta o qué…
Jamás voy a olvidar esa experiencia.
Yo rezaba y rezaba llorando, como se reza en el hombro y en el regazo de un buen padre cuando se es niña, y entonces lo vi a Él tal cual lo describo en el poema, y además entrando por una abertura semicircular alta, totalmente rodeada de rosas blancas.
Su túnica era de color crudo y se distinguía la trama con una nitidez imposible de describir, y tenía un lacito muy delgado, de seda.
Eran prendas artesanales, eso se notaba, pero finísimas, como tejidas por una Madre, Su Madre, o hiladas por Ella. El cabello era rizado, suavemente, y oscuro, y los ojos como moros por el color, un Hombre hermoso, muy hermoso.
Era puro Amor, me miraba, se dirigía hacia mí con su mirada y con su paso, y yo sentía el «amor de dos», como también escribí.
Ese amor, o mejor, Amor, que no se compara con absolutamente ningún amor humano, ni con el que se siente por los hijos, porque es un amor que arrodilla, que derrite el alma, que abrasa, que no permite la duda, simplemente, que ES. Lleva Él por su sola presencia al arrodillamiento, a sentir que «se muere de amor»…
Y detrás de Él la noche y el día a la misma vez. El Cielo oscuro con estrellas muy fulgurantes, inmensamente refulgentes, pero también era de día y todo brillaba con vida, con fuerza…
Es así, y lo lamento mucho por los incrédulos. Si supieran cuánto los ama, si cayeran en la cuenta, si tomaran conciencia de lo que ha hecho por amarnos tanto, se arrodillarían también deshechos en dolor por las ofensas, como me pasó a mí.
Si bien amé a la figura de Jesucristo desde mi infancia porque sus Palabras calaban muy hondo en mi corazón de niña, nunca fui capaz de suponer que algún día me sentiría tan unida a Él: esponsalmente, como con el esposo de mi alma.
Me conmovía de manera inexplicable por entonces la Magdalena, y me producía una ternura muy honda el amor que sentía por Él, y como Él la compadecía y la liberaba.
No sé si luego fueron las “desilusiones” del amor humano, – aunque prefiero creer que no – pero a partir de ciertos hechos dolorosos de mi vida, me di cuenta de que sólo Él estaba a mi lado para todo: para enjugar una lágrima, para compartir una alegría, para resolver un problema difícil. En realidad Él me lo hacía sentir a través de los acontecimientos.
El amor esponsal con El Verbo eterno, Hijo del Padre celestial, no es arduo ni imposible. Sólo hay que dejarse llevar: porque es Él quien nos invita y solicita nuestro asentimiento a su amor.
No excluye otros amores, y para la mujer casada es más que posible la esponsalidad con Él, porque logrará elevar el amor humano que tiene por su esposo terrenal de carne y hueso, tan deliciosamente, que ese amor “de a dos” será indestructible.
Sólo tengo palabras de agradecimiento porque Él me dio la gracia de descubrir que una mujer cuando se dispone en amor verdadero y rompe con su ego, recibe al Amor de los Amores de un modo sutil, que avanza de a poquito, y que un día desprende una emoción tierna, hermosa, tan profunda que resulta suficiente para que se ilumine el entendimiento del amor esponsal.