Muy estimada hija:
Dígale a su hermano que no se entristezca por no poder comulgar, sino por no poder cumplir la voluntad del Padre en la situación en que se encuentra. Pero que tome la renuncia a la Comunión como el acto en que ejercita su obediencia al Padre y que, por lo tanto, lo hace hijo a pesar de vivir en forma que no es agradable al Padre, y constituye para él un pesar.
Son muchos los hijos de Dios que, a causa de errores irreparables, cuando se convierten a una vida piedad, están rehenes de errores que no pueden enmendar porque hay otros, mujer, hijos, que están involucrados. No pueden humanamente deshacer lo hecho.
Pero pueden manifestar la obediencia al Padre precisamente en algo muy valioso; en abstenerse de comulgar por obediencia filial.
Y si, a otros, la santa y meritoria recepción del sacramento los filializa, a los que están en esta situación los filializa el abstenerse de comulgar, como gesto de obediencia al Padre y que pone de manifiesto su deseo de vivir en forma grata al Padre y no en lo que los complacería a sí mismos, pero sería una nueva desobediencia sumada a las anteriores, a las del tiempo de su ignorancia.
Espero haber podido ser claro en mi explicación. Lo que a su hermano le parece ahora una penitencia, es en realidad una bienaventurada posibilidad de mostrarse obediente y agradable al Padre.
Agregue también que puesto que – si entendí bien – su esposa legítima le fue infiel o lo abandonó, quizás aquel matrimonio fue inválido. Y que debería investigar ese asunto, porque quizás se esté sintiendo atado por un vínculo que no existió.
Cordialmente
Horacio Bojorge