es como que nunca el problema se va a solucionar o se va a resolver no sé cuando….
Por mi parte prefiero abandonarme en los brazos de Dios y esperar, pero cada vez que viene el período y los hijos no vienen, por su lado mi esposa se angustia y por el mío me pregunto si no estoy encerrándome en algo que no es lo que Dios quiere y quizás el Señor me esté pidiendo que me haga el análisis. A la vez tengo miedo de desagradar a Dios haciéndome el estudio.
El sábado pasado, debido a que le pregunté al sacerdote anciano que le mencioné y me respondió que no era pecado le dije a mi esposa que si ella no queda embarazada en este período yo me voy a hacer los estudios. Pero a la vez tengo miedo de esta decisión, porque mi conciencia me lo reprocha en cierto sentido. Padre, ¿que puede decirme usted al respecto?
Quedo a la espera de su respuesta.
En Cristo y María Santísima.
Gerardo.
Gerardo:
1) Si Ustedes me hubieran preguntado si su mujer debía examinarse, les hubiera aconsejado que no. Ahora ella está en disposición de «responsabilizarlo» a Usted si el mal espíritu la tienta por ahí. Y Usted está en disposición de tener que «demostrar» que no es el responsable, o peor: el culpable.
Ahora, yo le digo, el haber cometido un error ¿se arregla con cometer otro?
Ella debía haber examinado sus disposiciones espirituales y haberse preguntado si su voluntad está sometida a la de Dios, o si está deseando el hijo sí o sí, independientemente de la voluntad divina.
Y Usted, como esposo, debería prestar atención a esa dolencia del alma de su esposa y tratar de remediarla. Ceder a ese deseo desbordado y que la atormenta y daña, es totalmente contraindicado para la dolencia espiritual de su esposa. Ella es víctima de su propia voluntad desbordada, que no sabe someterse a la obediencia a Dios.
2) Usted y su esposa no deben seguir el juicio de ese “moralista”. Porque su razonamiento se basa en un falso principio: “el buen fin justifica los medios malos”. Si la masturbación en sí misma es objetivamente mala, no se puede emplearla para un fin bueno.
3) Sepan también que hay casos de matrimonios en los que los hijos vinieron a los cinco o más años de casados y no se hicieron exámenes para saber a quién se debía que no viniesen. Y los años demostraron que la tardanza en venir no era por un motivo físico, sino posiblemente psicológico.
4)Usted y su esposa pueden preguntarse qué le agrega a la no venida del hijo el saber quién de los dos es el «responsable» o el «culpable» de que no vengan los hijos. Y pueden preguntarse también cuáles serán las malas consecuencias para ambos y en especial para ella, de saber si hay en Usted oligospermia u otro impedimento. ¿Qué le agrega, saberlo, de bueno? ¿Hará que venga el hijo? ¿Qué puede provocar de malo para ambos el saberlo? ¿Será posible para ella vivir en paz y amor sabiendo eso? Ahora mismo: ¿es ya posible vivir en paz y amor con esa incertidumbre? ¿Es posible aceptar la ignorancia? ¿No están perdiendo la paz conyugal debido a un intento obsesivo?
Más aun, ustedes se preguntan sobre la moralidad de una masturbación con un fin médico, pero no se están preguntando si acaso no es peor pecado ese deseo inmoderado del hijo a cualquier precio que produce, además, una curiosidad por saber lo que no se debe saber, o lo que puede ser muy perjudicial para el amor mutuo saber.
El deseo desordenado, exagerado y obsesivo, del hijo es una disposición viciosa, porque no somete la propia voluntad a la voluntad divina ni sabe esperar en paz. La curiosidad es también un vicio derivado del anterior. Se puede pecar de curiosidad consultando adivinos, evocando muertos, pero también consultando médicos y haciéndose análisis a cualquier precio. Aunque ese examen médico fuera moralmente licito, la intención no recta, el capricho y la curiosidad son malos.
5) Hay parejas en que los dos son fértiles y los hijos no vienen. A veces una mujer fértil no queda embarazada por una excesiva ansiedad en querer ser madre o por otras razones psicológicas. Es decir que la fertilidad fisiológica de su esposa no es un hecho suficiente para excluir que haya impedimento por su lado
6) Si Ustedes pueden confiar en el Señor y aceptar que los hijos vengan si El quiere y que no vengan si El no quiere, seria lo mejor. Y una fe semejante es en realidad lo que yo les aconsejo pedir. Todo lo demás viene de debilidad en la fe y en insuficiente entrega total de ambos a las manos del Señor. Eso, aunque no sea materia de pecado, produce igualmente ansiedad y daña a cada uno y al vínculo. Y donde hay fisuras en la fe, las tentaciones pueden terminar con el amor. Pero la fe es un don. Se pide. Y nadie puede dar el paso mas largo de la pierna que tiene. Nadie puede actuar en fe según una fe que no tiene.
7) Supongamos que el médico le diga que el problema fisiológico está en Usted pero que se podría hacer una inseminación artificial ¿No se verían ambos de nuevo ante un camino que la moral les cierra y la fe débil no les ayuda a aceptar? Porque tienen bastante fe para no querer pecar, pero aun no tienen la suficiente para resignar la venida de los hijos en la mano de Dios y aceptar que es mejor vivir ignorando lo que no conviene averiguar.
Y habiendo ingresado tu esposa por ese camino con los exámenes a su esposo, puede resultarle cada vez más difícil sanarse de una obsesión por el hijo que no es buena.
8) Por último: Lo que yo aconsejo es que ella debe tratar esa ansiedad, esa voluntad obsesivamente fijada en el capricho del hijo, o en el deber de tenerlo. Esa es la mala causa y la dolencia espiritual de tu esposa que exige remedio para su bien.
Y esto no lo aconsejo por un motivo «moral» sino «religioso» y “humano” a la vez.
Dar la vida es un Don que viene de Dios y es bendición. Hay que pedirla como una gracia y con resignación en su divina voluntad. No con la soberbia de quien quiere el hijo a toda costa y tratará de alcanzarlo por cualquier camino, desentendiéndose de si ese camino es grato a Dios o no. Hoy ella te pide un espermograma. Mañana te pedirá una inseminación artificial.
En conclusión: la dilucidación de si es uno u otro el «impotente», es un planteo equivocado. En este caso, el verdadero problema no es ése. El problema es que la sanación de la angustia de tu esposa sólo tiene un remedio religioso. Que consiste en resignar su volunta a la voluntad de Dios Padre. Esa es la medicina necesaria para ella. Medicina que es sobre todo religiosa, psicológica y humana. Pero cambiar ese planteo es una gracia, porque implica un cambio de los corazones y de sus deseos más profundos.
Bendiciones
Padre Horacio