Usted puede razonar con ella que el hijo, en este caso, si viene por un capricho de su madre ¿qué puede ser en esta vida sino un hijo de su mamá, y no de Dios? Su esposa parece no estar espiritualmente madura para una maternidad profunda y auténticamente religiosa, católica, oblativa, que vea en los hijos un don «de» Dios y «para» Dios. Ella quiere, por lo menos en gran medida, un hijo «para» ella y «por» ella.
¡Pobre niño si llegara a ser engendrado, dado a luz y criado por su madre en esas disposiciones espirituales inmaduras y egocéntricas! ¡Disposiciones carnales y no espirituales! Sería un mero instrumento de la «realización» de su madre como madre.
Y su madre seguiría siendo, probablemente, el centro de la existencia de su hijo para toda la vida. Eso lo vemos suceder a menudo y es algo atroz. Es una especie de canibalismo espiritual en que la madre devora la vida del hijo desde su generación hasta su muerte.
Celebremos y alabemos la sabiduría del Señor que no le concede el hijo todavía. Y Usted, como ministro de esa divina Providencia, asóciese a esa voluntad misericordiosa aguardando a la sanación de su esposa para hacerla madre. El Señor de quien Usted es ministro aguarda a que su esposa madure espiritualmente. Aguarde Usted también y enséñele a aguardar.
Dios ama al niño que vendrá y quiere que su madre esté espiritualmente sana, para que no dañe al hijo, involuntaria pero quizás irremediablemente. El Señor es la Sabiduria misma y da o no da los hijos muy sabiamente. Es mejor que no vengan hasta que sus padres no sean capaces de criarlos para Dios. ¡Esto es un signo del amor que el Padre celestial les tiene a ambos! [Lo cual no significa que Dios no quiera, en otras circunstancias, dar la vida a hijos en otras condiciones nada favorables para el hijo]
Pero Usted es un varón religioso. Y debe aprender de Dios, porque es capaz de asumir conscientemente ese ministerio, esta sabiduría: no debe hacer madre a su esposa, hasta que la vea más desprendida de su egocentrismo y más dispuesta a respetar al hijo como persona.
¡Ella actúa muchas veces irrespetuosamente con Usted a causa del desorden de sus pasiones y deseos, y Usted sufre por ello! ¡Cree Usted que el niño no sufrirá las consecuencias de esa voluntad materna desordenada?
Ésta es la razón por la que le sugiero que debe convencer a su esposa de no buscar el hijo hasta que haya alcanzado del Señor esa maduración espiritual.
Pido al Señor que le conceda a Usted la gracia de ser, para su mujer, maestro, médico, pastor y sacerdote, es decir, ministro del amor de Cristo y no de un amor humano y natural, un amor más de Usted que de Dios en Usted; un amor privatizado, qui´zas muy dependiente de los apetitos de la lujuria y por eso demasiado temeroso de contrariar la voluntad de su mujer.
Estoy seguro que su Padre celestial se lo concederá porque es lo que pide el ministerio esponsal que Usted está llamado a ejercer por el sacramento del matrimonio.
En virtud de esa gracia de estado, Usted alcanzará la gracia de ser para su mujer, repito: Maestro, médico, pastor y sacerdote.
Padre Horacio