ROSALÍA [2 de 10] MI PRIMERA REACCIÓN: RECHAZO

SER ESPOSA 
PARA EL SEÑOR 
ESE ES EL YUGO MEJOR
 
 MI  PRIMERA REACCIÓN:  RECHAZO
No siempre es fácil, quizás nunca lo es, aceptar que te digan ciertas verdades. Al menos en mi caso mi primera reacción ante la respuesta recibida fue la de cuestionar: ¿Por qué
me dicen esto? ¿Por qué no podría….? Solo el tiempo me demostró luego la sabiduría
atrás del consejo y mi necedad para recibirlo en el momento.
Transcribo en esta entrada la primera parte de mi segundo mail con el padre Bojorge y sus respuestas al mismo. En aquella oportunidad agregué cosas de Román, pero el camino que se me marcaba, lo que debía atender, no requería ser tratado en el momento y por ello lo omito aquí.
 
27 de marzo. 2019
Estimado padre,
 Antes
que nada, gracias por la respuesta orada, por no enviarme como dice Ud. algo
simplista. La verdad ha sido de mucha profundidad y me ha dejado pensando….
Quiero tratar de responderle por partes… no
sé si llegare tampoco a hacerlo completo en este mail. Voy a tratar de hacer
«mi tarea»
Respecto a Juan
Voy a responder alguna de sus consultas
padre. Cuando nosotros comenzamos a tener relaciones no dejamos de tenerlas
hasta que cortamos la relación. Era algo que ya estaba presente y no la
evitábamos… o haciéndome cargo como me pide, yo no las evitaba. Es verdad que
él no era virgen cuando nos pusimos de novios, fue toda una cuestión que él
aceptara mi postura de esperar a casarnos para recién tener relaciones. Pero
si, cedí. Recuerdo que al día siguiente de nuestra primera relación él me pidió
disculpas porque me decía que por su debilidad había empujado a que pasara y
que sabía que me había hecho mal… y me quedé con esa idea quizás… No he
asumido mucho que tengo la responsabilidad en esto.  Y después ya no dejamos de tener relaciones. Y sí, debo recordar algunas en las que me sentí como usada… pero yo lo
permití.  Hoy veo para atrás y si
reconozco no haber podido ser esa ayuda adecuada para él porque por miedo a
perderlo concedía mucho o todo….
No sé si entiendo bien esto de mirar todo no
de forma tan natural sino con las evidencias de la Fe.
Me ha costado mucho aceptar lo que pone
respecto a » Quizás la penitencia consista en aceptar que ya no tienes
derecho a pedirlo. Y a aceptar como «pena» por aquella culpa, que el
sueño de la familia que ahora te empieza a atormentar el alma como una sed para
la que no aparece el agua, sea algo a lo que debas renunciar como inmerecido. Y
ofrecer esa renuncia en humildad a Dios. Él sabe si lo vuelve a dar o no a
quien una vez uno lo recibió y lo profanó. Ya es mucho que se nos perdonen las
culpas.»
Lo que me pasa con esto padre, creo, no es lo
de no aceptar mi culpa y la pena que queda… y si entiendo que no merecemos lo
que Dios no da… es decir, no tengo mérito alguno ni lo tendré nunca… lo que
me cuesta es la idea de un Dios castigador que por haber pecado en mi primer noviazgo
ya sea algo como que me marcó y no pueda más poder alcanzar el anhelo de la
familia por su Divina Misericordia. Perdón padre que quizás esto parezca como
que lo cuestiono, pero quiero ser totalmente sincera con lo que me paso al
pensarlo así… quizás no supe interpretar lo que me decía. Porque si no me
queda la sensación que debo entonces por haber pecado aquella vez como
conformarme con mi situación y no buscar más… y eso me hace ruido…
Si reconozco mis equivocaciones en esa
relación y que Dios me cuidó, nos cuidó tanto a Juan y a mí, porque no llegamos
a casarnos, porque nos separamos de novios y eso nos permite quizás seguir
esperando en mi caso ser encontrada y reconocida por quien el Padre tiene
pensado para mí, si lo tiene pensado […]
1era RESPUESTA DEL
PADRE BOJORGE A MI 2DO MAIL
 Querida Rosalia:
Lo que Dios hace con la primera pareja no es
castigarlos sino manifestarles las penas que se han infligido a sí mismos.
Lo que yo te digo debes leerlo en esta
perspectiva. Si se te regala un fino objeto de porcelana y tú lo rompes
consciente de lo que estás haciendo para ofrecérselo a alguien con una
intención que te parece buena. Has preferido un bien a otro bien. Y has
renunciado a un bien por otro.
Pero cuando la renuncia es a algo ínsito a tu
naturaleza, a tu psiquis, a tu vínculo con alguien, y a la psiquis, la
naturaleza y el vínculo con otra persona, entonces, eres Tú la que te has hecho
incapaz de reformarte y de re-inventar lo que era un don único. Y Dios no tiene
ninguna obligación de re-crearte. No es él el malo y el castigador. Eres tú la
que, de nuevo, no entiende y no acata la enseñanza sabia expresada por el
mandamiento. Y es esa dificultad en ti, la que perdura y la que te impide
recibir otra gracia por más que Dios lo quisiera. En la Escritura Dios nos dice
que el que peca se vende al pecado como esclavo.
Y una vez que uno se ha entregado como
esclavo, ya no tiene la libertad necesaria para liberarse a sí mismo. Sólo
puede ser rescatado. Pero llevará siempre las cicatrices de los grillos y
cadenas en sus tobillos.
Si leíste lo de Rina, ahí hablo de que, así
como el himen de la mujer no se rehace después de una primera relación, así hay
un himen espiritual en el varón.
Es claro a la luz del hecho de que siguieron
teniendo relaciones todo el tiempo, que la ruptura fue causada precisamente por
las relaciones contra la voluntad divina y la afirmación de la tuya propia
contra la de Dios, con menosprecio de ella.
Y no es que ahora Dios se tome una venganza
contra ti por la ofensa inferida y te castigue. Sino que tú te has hecho
incapaz de recobrar la libertad para entregarla en la obediencia por amor. Tú
te has hecho ciega para entender la gravedad del daño que te inferiste a ti
misma desobedeciendo. Y eso es lo que ahora deberías aprender mirando lo hecho
con fe. A renunciar a tu voluntad y a obedecer. Pero el mal espíritu te impide
verlo y te presenta a Dios como castigador, de modo que te ata nuevamente con
una cadena más. Te ha hecho incapaz de medir tu propia malicia, lo cual te
barricadea la verdadera penitencia y arrepentimiento.
Dios sería cruel si te entregara para siempre
a la tiniebla espiritual en que estás. Y de hecho está empeñado en iluminarte y
te inspira deseos de ponerte a buenas con Dios. Y me pone en tu camino, para
que te haga llegar por su ministro, lo que quiere decirte.
Pero le estás exigiendo, que sea él quien
haga tu voluntad, no tu la suya que siempre es amorosa.
Eres tú la que se está negando a sí misma la
oportunidad de convertirte al amor a Dios. Tu voluntad le exige que vuelva a
juntar los pedazos de tu propia vida que hizo pedazos tu propia desobediencia.
Le exiges que te dé una familia, cuando tú arruinaste con tu desobediencia, al
varón que te había dado con ese fin. Y aún persistes en no medir lo grave de tu
desobediencia y tu pecado. Eras tú la encargada de levantarlo del cieno de la
lujuria a la castidad y fuiste infiel a la misión que el amor divino te
confiaba. Escuchabas la voz del miedo de perderlo, porque ya no eras capaz de
agradecer el bien que le debías a Dios al darte ese varón y ponerlo en tus
manos para salvarlo de su propia lujuria.
Él mismo sintió que había hecho mal en
inducirte a tener aquella primera relación. Una luz de gracia iluminó su
conciencia para mostrarle (y mostrarte) que estaba mal lo que habías hecho.
Pero aún te cuesta ver que fuiste tú la que hizo posible el pecado. Y tú
persististe en lo comenzado en vez de reparar, como estaba todavía en tu mano
hacerlo. El sexo sin la entrega total en el matrimonio sólo produjo en ese
varón (es ley general) el aburrimiento del sexo sin amor. Te hubiera necesitado
virgen, pura y tu pureza lo habría redimido. El demonio te venció con el miedo
a perder lo que era imperdible por ser un don de Dios. Te desvió del camino, y
te arrebató el bien a ti y a Dios tu gratitud y la alabanza.
No. No es castigador Dios. Eres tú la que aún
no encuentra o rechaza el camino de la penitencia que te señalo, porque tu
inteligencia maleada no es capaz de entenderlo, y tú sólo actúas por lo que
quieres y lo que tú entiendes y no por fe. Pero es la fe la que libera.
Yo sé que estoy adelantando a la historia y
al tiempo de tu vida, lo que podrías estar oyendo el día de tu juicio
irreversible de la boca del Juez (que no es castigador, sino justo), que te
quiere salvar cuando aún tienes tiempo y cuando te ha mandado a alguien que te
adelante sus razones misericordiosamente mientras es tiempo de misericordia y
no de justicia definitiva por la propia dureza de corazón a la esclavitud a la
que te vendiste.
¿Qué puede decirle el juez justo al que no ha
vivido como hijo, cuando pretende sentarse a la mesa de los hijos alrededor del
Padre? No es castigador, es justo. El injusto es el que pretende merecer lo que
no es real ni objetivo. El que persiste en no cambiar, sino que quiere cambiar
el juicio divino.
Lo de Román se me ha vuelto por ahora
innecesario tomarlo en consideración. Hasta que no se resuelva este primer
nudo, todo lo demás es en vano. Dios nos ama hasta entregar a su hijo por
nosotros. Pero si no vivimos como hijos obedientes de acuerdo a nuestro ser
filial recibido en el bautismo, no podemos pretender gozar de los derechos de
los hijos. Dios sería injusto con sus hijos, si tratara por igual al
crucificado y los verdugos que lo clavaron. Hay juicio. Hay juez. Hay justicia
y retribución según las obras. Hay vida futura. Y en eso se muestra que todo,
todo, es obra de un amor divino. Y el amor perfecto exorciza el miedo. Va
resultando claro que lo que te indujo a aquél primer pecado fue miedo. Miedo de
perderlo. Y el miedo produce lo que teme. Así que te dejó.
Sé que todo lo que te digo te resulta duro.
Pero es lo único que puede vencer la rigidez que te encorva como a aquella
mujer del evangelio.
Te hablo así porque Jesús te quiere y te lo
quiere decir a través de mí. Nadie más te lo diría.
2da RESPUESTA DEL
PADRE BOJORGE A MI 2do MAIL
Me hago un breve momento para volver sobre
esta frase tuya: «No he asumido mucho que tengo la responsabilidad en
esto» es decir en el haber consentido (lo cual es lo mismo que haber
inducido) a tener relaciones con Juan. Él luego se echó la culpa, pero tú
debiste ser la maestra de la amistad.
Pero tomo tu expresión «No he asumido
mucho».
Y es que en la espiritualidad católica
corriente, parece que uno es pecador si y cuando peca pero que el resto del
tiempo «es bueno». Uno se hamaca en una errónea buena conciencia. Y
eso nos hace difícil acusarnos, porque no nos consideramos pecadores. En eso
tenemos algo de fariseos. Por algo el Señor nos advierte a nosotros sus
discípulos en la vida filial, a no ser hipócritas como los fariseos.
Pero mi querida Rosalía, a quien ya quiero
como hija mía, y como esposa de mi Señor: «No somos pecadores porque y
cuando pecamos, si no que pecamos porque somos pecadores» Y lo seguimos
siendo aun cuando la gracia nos haya rescatado de los hábitos de pecar
mortalmente.
Así que te sugiero que te ejercites en
memorizar, entender y aceptar tu responsabilidad, en haber tenido relaciones de
fornicación durante años con un varón, evitando los hijos y sin formalizar una
unión sacramental, es decir la única mistérica y grata a Dios. Medítalo. Pide
luz al Padre y a Jesús para que te lo hagan ver y entender. Ha asomado la
conciencia en este diálogo iluminador de tu alma tu memoria e inteligencia,
cuánto jugaron tus miedos de perder a Juan. No advertiste la naturaleza
demoníaca de esos miedos. Ejercítate en reconocerla. Y ejercítate también en la
sinceridad contigo misma que se logra aceptando la propia pecaminosidad y
maldad, pidiendo al Señor luz para entender cuáles otros motivos positivos y
por defecto jugaban con ese miedo que te llevó a desobedecer una vez y después
anestesiar tu conciencia durante años (¿sin horrorizarte de tu propia
insensibilidad espiritual hasta hoy?). Pide al Señor que te libre de ser
cómplice de ti misma para ser fiscal y acusadora de ti misma ante Dios. Pide
que te haga desear conocer tu culpa a sus ojos y tu propia propensión a guiarte
por tu sensibilidad contra la fe iluminada por la razón. Porque eso te perdió
durante años, arruinó tu vocación y misión matrimonial, convirtió tu noviazgo
en un fangal en cuya ciénaga fue engullido el misterio divino de tu ministerio
esponsal, y tú misma hasta hoy con él. Porque también tu propio misterio de
mujer fue profanado, desacralizado y arrastrado por el lodo de las pasiones
desordenadas.
Creo que tu redención viene por el camino de
«asumir, y mucho, que tengo la mayor responsabilidad en esto y en todo lo
que queda frustrado en mi misma y en mi vida, si el Señor no me remedia y me
salva. Porque soy yo misma la que debe ser salvada y remediada en el estado en
que estoy. Y los demás sueños de familia feliz, conviene que los trate como
tentaciones, anestesia, para no sentir los dolores que me sanarían y
transformarían en verdadera hija de Dios Padre y esposa de Dios Hijo, ante
cuyos ojos… ¿Señor, cómo estás viéndome? Dígnate mostrármelo y sálvame de mí
misma porque sabes que soy hija de mi Madre Eva.
Padre Horacio

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.