1947 SETIEMBRE
4 La vanidad lastimada por culpa de uno, o de los demás, está en el fondo de casi todos los resentimientos, las malas voluntades y las amarguras. Sufrí, por no haber dicho anoche lo que debía, por haberme dejado confundir en la discusión. Recién al llegar a casa, sola, me di cuenta de cuál era el único argumento que importaba. (Y me acuerdo de papá: “Hablas como mujer, dando cincuenta razones y ninguna es la verdadera”. Pero es que no es por no querer decirla. Es que, después de aquellas cincuenta, que eran como aproximaciones o emanaciones de la única verdadera, una se da cuenta de la que las originaba, de la idea que andaba dando vueltas en la cabeza, sin conseguir formularse.)
No era “la moral de la hija de M. o de V.”, lo que importaba. No era el que esto o aquello fuera o no peligroso, que pudiera o no aceptarse que anduvieran solas las chicas con los muchachos. Nuestra responsabilidad al admitirlo no es solo la moral de nuestras hijas, sino la influencia en las costumbres de la sociedad entera. No se trata de que las propias “anden a la retaguardia” –como decía M. muy satisfecha-, aceptando al mismo tiempo que esas cosas, “cuando hayan sido admitidas por todos”, habrán dejado de ser un mal. Lo que importa es que estén en la vanguardia: en la vanguardia de un cambio hacia el bien. A eso es a lo que hay que ir: a transformar la actitud pasiva y egoísta; en eso y en todo lo demás.
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12 ¡La vaguedad! ¡Cómo envidio a las personas que están tan sólidamente en cada instante del día! ¡Qué difícil es trazar contornos firmes! Quisiera poseer la Verdad, que no se me esfumara entre las manos. Voy a misa y rezo, pero estoy como una criatura debatiéndose entre nubes, en un sueño. Lo sólido se me escapa, no lo encuentro. ¡Algo tan inmenso hay delante mío, algo que no puedo ni apenas comprender!
Atenerme a lo que ha sido puesto a mi alcance: a lo que la Iglesia me traduce del misterio. Pero, aún así, es demasiado grande para mí. Jesús en esa Hostia, la Consagración. ¡Cómo, cómo puedo seguir viviendo esta vida si eso es verdad! Y lo creo, aunque probablemente no lo he de creer con suficiente fuerza, porque si fuera así, ¡oh Dios mío, oh Jesús, qué profundamente me inclinaría, qué ardientemente Te amaría! Te pido fe, más fe. ¡Oh Dios mío, yo Te amo, quita de mi inteligencia esas sombras y esas distracciones, y esas cadenas blandas que me aprisionan, y haz que vea claro, que Te vea como eres.
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18 El sacramento matrimonial: comunicación de vida. El hombre y la mujer, la unidad. La unidad es a lo que aspira el hombre, porque es lo indestructible, lo que no puede descomponerse en partes. Fertilidad y comunicación de vida, no sólo en los hijos, sino de esposo a esposa y viceversa. Cristo y Su Iglesia: Cristo la fecunda y ella vive de Él. Y la Iglesia conduce a Cristo, da vida a Cristo, es Madre. En el Bautismo, Confirmación, etc., el Sacramento se da y termina; aquí el Sacramento sigue actuando hasta la muerte de uno de los dos; siempre está confiriendo vida y gracia.
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30 No puedo ordenar mis ideas, de un tiempo a esta parte. Pero una cosa creo que he aprendido: a hacerme como materia maleable. No tratar de abrirme yo un camino a la fuerza. ¿Es eso? ¿Es que no se avanza, sino que se va siendo modelada?
OCTUBRE
4 No son las palabras ni los hechos los que convierten. “La esencia del cristianismo es Cristo”. Vivir en Cristo, eso es lo que convierte. ¿Por qué ese deseo vago, inasible de convertir yo también? No es por un amor definible a ese Cristo clavado en la cruz, sino por amor a la Verdad. Y esa Verdad no existe más que en Su Iglesia. “Justicia”, “Libertad”, “Caridad”, “Verdad”; palabras pervertidas hoy en todos lados, menos en Ella.
Santificarse: el trabajo aburrido y todo hecho de pequeños esfuerzos, ¡cómo te embellece y es la forma de que Cristo venga a mí, y por mí a los demás! Cristo en mí, pero no para mí. No tiene sentido santificarse, si es sólo para mi santificación. Y eso no es en mí un razonamiento sino un instinto. La belleza de una rosa no existe encerrada en el capullo. Todo en la naturaleza es un volcarse hacia afuera y darse. Vida es lo que vibra, lo que ilumina y anda; sólo la muerte es silencio y oscuridad. Inevitablemente, lo que vive “s´epanouit”. [ “Se abre”, “se despliega”.] Y aquí me encuentro, al doblar una esquina, con una sombra amada. La vida que había en mí, mi amor a la luz y a la alegría, sobre el mundo entero necesita volcarse. Hoy es otro amor, y otra luz y otra alegría, pero es la misma vida que necesita darse.
¡Qué lejos estamos de la verdad! Hasta en lo que se refiere a la mujer, no hay sino farsa y mentiras. Una mujer que fue la mujer verdadera, el Modelo de mujer: y ella fue mediadora. No la que realiza, sino aquella a través de la cual se realiza, la intermediaria.
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12 Tanto amas que Te dejas crucificar, cargado con todos los pecados. Pero Tu amor es un amor –no encuentro más que esta palabra para decirlo- un amor viril. Un amor sin debilidad, no un amor blando y que transige, y perdona porque sí. Un amor que no quiere lágrimas ni vaguedades, sino trabajo y valor, y gravedad.
Y sin embargo, Dios mío, ¿acaso es posible amar sin ternura? Todo el día he estado buscando, hoy, la soledad. Estaba, en medio de la gente, sintiendo ese deseo tan grande de soledad. Sola para pensar, y acercarme al Cristo que está en los Evangelios. No por “vana curiosidad” sino porque lo necesito, me falta, siento el dolor de Su falta en mí. Un dolor que –contra todo lo que he escrito – es sensible. Quizás esté mal que yo sienta así, pero no soy más que una mujer, ignorante y ciega en este camino. Y Tú, Cristo, también Te compadecías, también Te sentabas con Marta y con María y les hablabas con cariño, como un amigo. No, no es cierto que seas siempre tan distante y solitario.
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15 Como la niebla que se va levantando poco a poco, silenciosa y ligera: descubriendo un paisaje viviente, de agua que corre, y árboles y pájaros, así se va disipando en mí otra niebla que envolvía, en silencio y opacidad, un mundo vivo.
Comulgar, recibir un Dios, ¿qué significa? Transformarse en un vaso que lo contiene, hacerlo vivir en esta tierra, en el tiempo y en el espacio. ¿Cuál es la única razón de ser del hombre? ¿Vivir unos días, gozar, sufrir y pasar? ¿Para eso solamente, para eso la inteligencia capaz de concebir a Dios? ¿Sólo para completar a un mundo humano, mundo que tiene un ciclo igual al del individuo? No es suficiente, no tiene sentido.
No, la única razón de ser, la única digna del hombre, es encarnar a Dios. Eso es “glorificar a Dios”. Es menospreciar al hombre suponerle otro fin, y limitarlo, deformarlo. “Hecho a imagen y semejanza de Dios”: para poder contenerlo.
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30 ¡Oh, Dios mío, líbrame de esta angustia, de esta desesperación! Líbrame de mí misma. No de Ti, sino de mí, dudo ahora. De este cuerpo y esta sangre que desconozco. Sombras me rondan, sombras que nunca antes he conocido. Incertidumbre y angustia, cuya raíz está en no sé qué región de mí misma. ¡Qué lejos Te has ido de mí! Pero no dudo de Ti, Señor, te llamo. Te pido que me muestres el camino. ¿Cómo, Dios mío, cómo conciliarte a Ti con el Mundo? La Verdad, con las mentiras y las semi-verdades, con todo esto sobre lo que mi vida toda está construida. Señor, si viera Tu rostro, cara a cara, todo esto se derrumbaría.
No, ese es el camino que aleja. El peligro de perder contacto con la tierra. Esa angustia, ese temor, dejarlo allí, sobre el altar. Amarlo. ¿Es acaso fantasía y sentimentalismo? Mentira es, amor que se hace niebla y humo, placer y egoísmo. “El amor a Dios es voluntad”. No comprendía. Y es que el primer sacrificio que me exige, es el de alejar mi imaginación de Él: el sacrificio del placer de amarlo. “Cumplir Su voluntad, en el deber de cada instante”. ¿Qué me exige? El sacrificio de estar firmemente plantada en la realidad. Amar a esta persona que tengo al lado, a este hecho, al acto que realizo en este preciso momento. ¿Estar “ausente”, vivir distraída, pensando “cuándo podré estar sola para poder pensar en Él”? Eso es una ofensa a Su amor.
“Ite, missa est”; y con esto se significa: “Idos, el Banquete ha terminado. Idos, a la vida”. Esto leí el otro día. Y todo lo que en la vida se realiza, es resultado de la voluntad, de esta manera de amar a Dios con la voluntad. Y no hay que permitirse más que ese momento de la Misa y de la Comunión, ese momento de sentimiento; porque es necesario para extraer de él la fuerza, la Gracia, el alimento para el día. Lo demás, todo es trabajo. “Ite, missa est”, después de esa media hora de la mañana. No olvidarse jamás de eso. No dejar que se prolongue y cubra el resto del día el gozo del amor, como niebla que va extendiéndose sobre el campo. No es vaguedad y debilidad lo que aquel Cáliz contiene, sino fuerza y realidad.
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