SUSANA SEEBER DE MIHURA 1947/5 [53] Nov-dic

AÑO 1947 NOVIEMBRE y DICIEMBRE

… me parece que mayor felicidad que la de estos días de mi vida, no puede haber en el mundo para mí. Y no puedo pensar en el pasado ni en el porvenir, ni si lo merezco o no, ni en el Dolor ni en el Pecado.  No puedo más que, sonriendo, agradecer a Dios…

Tengo el alma lastimada, herida por cosas exteriores, y por lo que yo misma soy. Pero no me revelaré ni me complaceré en la angustia. Porque recién ahora entiendo que hay un complacerse en la confusión y la desolación, un placer en la tristeza. Negarse a él. Amarte y creer. Si es Tu voluntad, aceptar la tristeza con sencillez.                  Estoy leyendo la vida de Santa Teresa….para quien Cristo no es una cosa vaga, ni Dios un “ideal”, sino una Persona, ¡tan definitivamente una Persona! […] Dice: “Contempla la Humanidad de Cristo, por ese camino vas segura”. […]  ¿Cómo estar en el mundo, amar el mundo, y al mismo tiempo estar cerca de Dios, en Dios? Suprimir todo egoísmo; no amar las cosas aisladamente y en sí mismas…

 11        Dios mío, santifícame para que me sea posible obrar. El sufrimiento y el error de los demás me rodean. Y sé, ahora, que las palabras de nada sirven. La Caridad no puedo transmitirla con palabras sin Tu Gracia. No lo que diga, sino lo que de Ti irradie por mí, consolará a los que surgen y descorrerá ese velo de error.                      ¡Qué inútiles, qué inútiles son las palabras! Sin Ti son ruidos de metales, sonidos que ninguna vida despierta en los demás.

Una viene a mí, y llora y sufre por la incomprensión y la soledad que la rodea. ¿Pero es acaso esa incomprensión que viene de afuera lo que la hace sufrir? El sufrimiento está en ella. Ninguna palabra mía remediará nada, sino solamente el que te encuentre a Ti, y a tu paz. Y eso tiene que encontrarlo ella sola. ¿Qué puedo darle yo? ¿Sólo que, al acercarse a mí, sienta el calor y la luz Tuya, y la tome de mí? Ella está presa en la sombría telaraña de la maldad de los demás, de la maldad, y de lo tortuoso de lo anormal. Ella, que es toda ternura y sencillez, enloquecida por esa cosa vaga y huidiza, sobre la cual no puede poner la mano, toda indeterminación y blandura. Lloré de tristeza, al verla debatirse dentro de esa horrible maraña, debatirse desesperada e inútilmente. Que tu Gracia esté en mí para ella: amor y comprensión, y claridad.

 *** 

 24   Tengo el alma lastimada, herida por cosas exteriores, y por lo que yo misma soy. Pero no me revelaré ni me complaceré en la angustia. Porque recién ahora entiendo que hay un complacerse en la confusión y la desolación, un placer en la tristeza. Negarse a él. Amarte y creer. Si es Tu voluntad, aceptar la tristeza con sencillez.

 DICIEMBRE

 14        (En San Gabriel) Quisiera guardar estos días en alguna parte de mí. Guardarlos tal cual son, para volver a mirarlos de nuevo alguna vez. Tal cual son, llenos de la vida de mis hijos, del sonido de sus risas y de sus protestas, del calor y suavidad de sus mejillas cuando los beso. Encerrada, contenida en mí, está la alegría de mis hijos.     Y me parece que mayor felicidad que la de estos días de mi vida, no puede haber en el mundo para mí. Y no puedo pensar en el pasado y en el porvenir, ni si lo merezco o no, ni en el Dolor ni en el Pecado.  No puedo más que, sonriendo, agradecer a Dios.

 *** 

16    Estoy leyendo la vida de Santa Teresa. [<–Audio libro] La había leído ya hace unos años. Había pensado: ¡qué mujer extraordinariamente inteligente! Y no me preocupo más. Al leerla, ahora, me asombro de mi inconsecuencia de entonces. Lo que allí dice no se archiva diciendo “qué mujer inteligente”, y cerrando el libro y olvidando.
            Sí, una mujer, tan inteligente, que se analiza con tanta frialdad y sentido común, sin cegarse ni dejarse arrastrar, con una ausencia total de debilidad femenina y de pavadas; sin frases, sencillamente. Y para quien Cristo no es una cosa vaga, ni Dios un “ideal”, sino una Persona, ¡tan definitivamente una Persona! Y yo, creyendo en la inteligencia y en la verdad de lo que Teresa escribió, ¿he podido contentarme con decir “¡qué mujer extraordinariamente inteligente!”?
            Un hecho queda, firme como un árbol sujeto profundamente a la tierra, un hecho que ninguna explicación “científica” puede mover: la verdad de esa mujer. Imposible dudar de su inteligencia ni de su cordura. Sus libros, y su acción, testimonian de ella. Y me dice: “Cristo, ese Cristo lejana y vagamente intuido, ese Cristo es una Persona”. Dice: “Contempla la Humanidad de Cristo, por ese camino vas segura”.
            Entonces, como ahora, el cristianismo estaba amenazado. Ella lo salvó con su obra. Pero ¿qué habría hecho hoy? Aquél era un mundo cristiano, y éste es nuevamente pagano. Sus monjas contemplativas hoy no conmoverían a nadie: estamos demasiado lejos de la raíz. ¿Qué me diría a mí esa mujer, a quien admiro y que instintivamente comprendo? Antes que nada, adelantar yo en ese camino que lleva a la certeza de la Fe. Nada puedo hacer mientras mi Fe no se defina enteramente. Difiero con ella en una cosa: la nada del mundo, el rechazo del mundo: en eso no puedo seguirla. Mi vida está atada con mil hilos al mundo. No es una monja sino una mujer y una madre la que le pide una respuesta.
              ¿Cómo estar en el mundo, amar el mundo, y al mismo tiempo estar cerca de Dios, en Dios? Suprimir todo egoísmo; no amar las cosas aisladamente y en sí mismas, en la realidad material que toco y veo, sino como reflejo que son de otra cosa. Hacer oración no sé, ni puedo. En la ciudad es más fácil: estoy más sola que aquí, donde hasta los árboles y las plantas, y la claridad del día, están constantemente presentes.

—oOo—

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.