SUSANA SEEBER DE MIHURA 1952/5ª de 7 [84]

1952 JUNIO – JULIO

JUNIO
El padre Castellani vino a almorzar. […] Quizás para que rece, sencillamente, por este sacerdote, y para que ofrezca por él mi enfermedad. […] Es realmente extraño, que en la época del comunismo, florezca entre nosotros una filosofía tan opuesta, tan terriblemente individualista. Es la filosofía del final de un mundo. […] Lo veo en la familia, lo veo en la mujer de hoy. “Vivir mi vida”: la traducción vulgar y que ella capta del existencialismo, es la causa de la pulverización del orden de la sociedad.[…]
Hay que combatir el existencialismo con el espíritu comunitario, con el “niégate a ti mismo”, con la entrega a Dios y al prójimo del catolicismo. ¿Y me callaré, habiendo comprendido esto? […] Un alma católica y cristiana la tendré recién el día en que sea capaz de percibir mi responsabilidad por todos y frente a todos.

2 El padre Castellani vino a almorzar. Podrá llamarse a todo “casualidad”: pero habrá que explicar qué es una casualidad en casa tan exactamente en el terreno que la estaba esperando. No. Lo que sucede tiene un sentido. Por algo me ha sido dada esta alegría. Quizás para que rece, sencillamente, por este sacerdote, y para que ofrezca por él mi enfermedad.

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¿Será sólo una impresión del momento, o durará esta sensación de que algo ha cambiado en mí desde que estoy enferma? Me parece que nunca más podré ser tan light hearted [ Literalmente, “de ánimo o corazón liviano”: “alegre”, “liviana”, “despreocupada”.] como era. Pienso en las enfermedades espantosas, en el sufrimiento que dura meses; y en la frase de J., y de P.: [ Los médicos que la atendían.] “Creería, si no fuera por la existencia del dolor”. Veo que ya no puedo cerrar los ojos al Dolor. Pero pienso en Jesucristo crucificado y sé que, aunque yo no quiera, la raíz de todo, la llave de mi fe, es el Dolor. Es inútil darle vueltas, la verdad está siempre allí: que es necesaria la redención, y que no se redime sin dolor. Y que eso es Cristo, eso es el alma de mi religión. Toda la belleza del mundo la envuelve, toda la alegría la circunda, pero en el centro está el Dolor. Y todo lo que existe, y la misma alegría, extraen de él su significado y su valor.

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8 “En eso conocerán que sois mis discípulos: en que os amáis los unos a los otros”. Es decir, que porque son sus discípulos, se aman los unos a los otros. Esta frase del Evangelio aclaró la confusión en la que me habían dejado esos “cahiers” sobre la Caridad. Porque yo siento que hay un error, cuando se identifica a la compasión con la Caridad. No es excepcional que los hombres se compadezcan, y ayuden al prójimo en su miseria. Pero no es eso lo que Cristo pide, aunque en eso termine su mensaje, aunque a eso lleve. No cualquiera que ayuda al herido y siente compasión por él, tiene Caridad: la explicación del “cahier” sobre la parábola del Buen Samaritano es falsa. Sólo separado de aquella frase puede parecer que eso, compadecerse del prójimo, es todo lo que Cristo pide. Pero, si así fuera, no habría necesidad de conocer a Dios, ni de amarlo sobre todas las cosas. No. Si el Samaritano no amaba al que encontró en el camino, la parábola permanece en la tierra: pertenece al mismo bello mundo de la naturaleza. Pero no: hay que amar, amar con el espíritu. Amar, sí, a ese hombre de carne y hueso, ese único y particular que tengo enfrente, pero amando en él algo que él ignora: el Amor con que Cristo lo ama.
                   Porque me dieron a escribir un artículo sobre la Caridad para “Familia” [Revista de la Liga de Madres], la importancia fundamental de comprenderla y vivirla se me ha aparecido. Me preocupa, oigo, por primera vez, este único mandamiento que Cristo me ha dado. Nunca me costó querer al prójimo y comprenderlo. Siempre me interesó, siempre me alegré y compadecí con él: pero cuando me era simpático, y porque al quererlo me sentía querida. Ahora sé que nadie está excluido, y que no debo querer ser querida, sino que Cristo sea amado a través mío. Y que debo estar siempre –y no cuando tenga ganas- al servicio de los demás. Porque es a Cristo a Quien sirvo, a Cristo a Quien busco, y a Quien quiero amar. Y solamente por eso, porque el Amor de Cristo está en él, es el prójimo, para mí, un “fin en sí mismo”.
                 Cierto: la anécdota descalificante del “cahier” sobre la “Hermana de Caridad”, para quien el prójimo enfermo no pasa de ser un “escalón” –lo cual es sentido por él-, me recordó mi rechazo de la “beatería”, y aquella frase de María Elena sobre la “sonrisa permanente y siempre igual de las beatas, la misma frente a un recién nacido o un muerto”. Pero lo que le pasa a esa “Hermana de Caridad” y a las de las sonrisas, es que les falta esa parte de pasión, de sensibilidad carnal que, si bien es cierto que nos hace cometer muchos pecados, es necesaria, también, para salvarse: para ser humana y verdadera, y no tonta. Su falla no está en que refieran sus actos a Dios, sino en una especie de impedimento físico. Porque es cierto que es a Dios a Quien hay que amar en el prójimo. Y eso para amarlo bien, sin sensiblerías ni cobardías; y para que ese amor trascienda de lo terreno.
No sé si estoy escribiendo un montón de incoherencias. Tengo sueño. Pero tengo que meditar mucho esto, y conformar mi vida a la verdad que encuentre. La verdad sobre la Caridad, que es lo único que Cristo me señala.

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25 ¡Líbrame, Dios mío, del peso de mí misma: nunca pensé que pudiera yo, llegar a hacerme tan pesada! Mis dolores, mis ideas, mi duda, mi inquietud, mi todo. Quisiera estar libre de mí misma, para ser libre. Libre para vivir. Vivir es vivir de la vida que está fuera de nosotros, en los demás: eso es la libertad y el espacio.
                  Pensaba en eso anoche, y me acordé de lo que habíamos estado comentando sobre el existencialismo. Es realmente extraño, que en la época del comunismo, florezca entre nosotros una filosofía tan opuesta, tan terriblemente individualista. Es la filosofía del final de un mundo. Es como un manotón de ahogado, que termina de hundir al que se quería salvar. Porque es la muerte. El comunismo ha de estar fomentando esto, esto que destruye las energías que podrían oponérseles. El existencialismo tiñendo todo, infiltrándose en nuestra civilización, quitándole toda posibilidad de defensa frente al comunismo, matando sus energías. Lo veo en la familia, lo veo en la mujer de hoy. “Vivir mi vida”: la traducción vulgar y que ella capta del existencialismo, es la causa de la pulverización del orden de la sociedad.
                   Hay que combatir el existencialismo con el espíritu comunitario, con el “niégate a ti mismo”, con la entrega a Dios y al prójimo del catolicismo. ¿Y me callaré, habiendo comprendido esto? Yo tendría que haber hablado en la Asamblea, el otro día. No puedo ahora, nos vamos a la estancia. Pero, de alguna manera, tengo que decir estas cosas. Porque he comprendido hasta qué hastío de sí mismo, a qué insoportable aprisionamiento lleva el hundirse dentro de sí mismo.

JULIO

11 (En San Gabriel) Descansar. Tirarse sobre ese pasto tan verde, tan tierno. Pegar mi cuerpo, mi cara, contra la tierra. No pensar, no querer: ser, nada más. Ser como el aire, del espacio, la tierra. Un viento suave – ¿venido de dónde, nacido de dónde?: de esta suave inmensidad que me rodea- me acaricia. Me acaricia, es la palabra. Con una caricia soñada, leve, sin peso. Se desliza entre mi pelo, como si lo limpiara, como si lo peinara. Y no sólo mi pelo: dentro de mi cabeza pasa, limpiando, acariciando. Borrando todo: el olor del sanatorio, el malestar, el encierro, la angustia.

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13 Dos días tan grises, tan inútiles, tan estáticos. En mí, tal como lo eran fuera de mí: lloviendo y garuando interminablemente sobre la tierra dormida del invierno. No es la paz en mi alma, ni la espera joyeuse [“Alegre”, “jubilosa”] es la sombra de una incertidumbre. No precisamente miedo, sino como un no poder pensar en el futuro. Si lo razono, pienso: la enfermedad se apareció en un punto determinado está dentro de mí. Está allí, como una gran presencia amenazante que me oculta el porvenir. Ha apagado en mí todo deseo y entusiasmo.
                    Dios mío, ¿por qué me alejo de Ti? ¿Por qué me dejo arrastrar por mi pereza? “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. No pensar en mí, no perderme en mí misma. Perderme en Ti. Perderme en Ti que es perderme en los demás. Y rezar.

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Leyendo la Misa del próximo domingo, para preparar mi explicación para “los sencillos” [ En su trabajo en la parroquia (S. Martín de Tours), la autora estaba encargada de redactar las explicaciones en la “misa dialogada”.]. De pronto, pienso: ¿Por qué tanta complicación, por qué me es difícil decir con sencillez lo que es tan simple? Si creo, eso es tan simple y verdadero como todo lo que me rodea. Que sea espiritual no quiere decir que no sea real; ni que yo no pueda vivirlo con la misma naturalidad con la que vivo todo lo real.
                     Que Jesús “ha muerto por mí”: eso se dice así, con esas palabras. Y se lo cree así: no como si fuera un símbolo, algo sobre lo que hay que bordar, y hacer teorías. Que en este momento, en una misa, se está ofreciendo por mí y por todos, eso es realmente, así, como sobre el Calvario. Si lo creo, ¿no es esto tan claro y simple como una línea recta, a la que comprendo perfectamente, aunque no la toco? Y si creo así, ¿qué me importa mi enfermedad o la muerte? Todo se explica, todo pierde su carácter angustioso y temible; y yo mi rebeldía, y mi tristeza. “Como niños”, “volverse como niños”. Sí, si no creemos así – ¡oh, Dios mío, y por momentos me concedes creer así! – no podemos entrar en el Reino de los Cielos. Porque, para vivir como Él quiere que viva, es imprescindible creer así. Porque sólo creyendo así se puede tener confianza en Dios, y amar. Todo lo demás es conocer, no amar. Y el sólo conocer no nos da el impulso para obrar.

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16 Francisco [ Se trata de un chico abandonado que había sido recogido en la estancia, y cuya tutoría legal ejercía el marido de la autora. A fin de proveer a su educación, se lo había inscripto como pupilo en el internado que los monjes benedictinos poseían en la Abadía “del Niño Dios”, en la vecina ciudad de Victoria.] ha matado sin querer, de un tiro a un chico en el colegio no tuvo ninguna culpa, ni siquiera responsabilidad: yo me siento responsable. Responsable ante la madre de este único hijo de 16 años, viuda. Vive en Misiones. Los padres de la Abadía hablaban de conseguir un avión para llevar el cuerpo del chico. Murió en unos segundos, se fue en sangre. Como si lo hubieran degollado. Nadie tuvo la culpa. Unos milímetros más a la izquierda o la derecha, y no hubiera pasado nada. Y yo me siento responsable por Francisco que, en realidad, no es nada mío: un chico recogido, que no estaba conmigo; a quien no me une siquiera un cariño.
                   No es cuestión de razonar. Yo siento, sé que soy responsable. Fue la primera repercusión de la noticia en mí: “Responsable”.
                  Entonces, es cierto: somos responsables unos por los otros, a pesar de todo lo que se pueda decir. Es algo instintivo, gravado en mí, anterior a todo razonamiento. No se percibe hasta que no nos roza, porque vivimos en nuestros propios mundillos de cristal.
                  Un alma católica y cristiana la tendré recién el día en que sea capaz de percibir mi responsabilidad por todos y frente a todos. Una persona con más sensibilidad que yo, ya lo habría percibido: Jesús es el Gran Responsable.

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17 Tengo que sentarme uno de estos días, sola y tranquila, para poner en claro las cosas.
Interiormente, espiritual e intelectualmente, no tengo más dudas ni problemas. Todo lo que tenía que saber, ya lo sé. No necesito leer más, ni tratar de entender qué significan los Misterios de mi religión, ni cómo situarme frente a ellos. Tengo delante mío como un dibujo geométrico sobre un papel blanco. Al dibujo lo comprendo: podría ser el esquema, las líneas esenciales de una catedral. Ahí está mi fe: en el papel. En las esquinas, con letras grandes y oscuras: Caridad, Responsabilidad, Dolor… ¿en la cuarta? Todavía no sé.
                   Ahora tengo que levantarme y andar. Llevando gravado en mí aquél esquema, vivir. Porque la Verdad está en vivir. Los problemas abstractos no deben preocuparme más; debo atender a lo concreto, a la vida en su realidad. ¡Podría hacerlo tan bien! Media hora de soledad y oración, y de sumergirme en Cristo, por la mañana: el vaso de agua, el pedazo de pan para empezar el viaje. Y después, con alegría, la vida.

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1 comentario en «SUSANA SEEBER DE MIHURA 1952/5ª de 7 [84]»

  1. Apreciado padre Horacio,
    Muchas gracias por compartir el Diario de Susana Seeber de Mihura.
    Espero cada nueva publicación, porque es un tesoro, realmente.
    La obra que ella le va dejando hacer a Dios en sí misma, en su vida; la transformación gradual que va experimentando; la sencillez y claridad cada vez más grandes.
    Es realmente inspirador leer estas páginas llenas de honestidad, de cotidianidad, de lucha, de alegría, de dolor, en definitiva, llenas de profunda humanidad y vida.
    Muchas gracias y adelante con todo lo que hace.
    Dios lo bendiga siempre,
    Luciano

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