SUSANA SEEBER DE MIHURA
DE SU DIARIO PERSONAL [12]

AMOR – GUERRA MUNDIAL EDUCACIÓN

Una de las cosas que más me han sorprendido desde que nació Jackie, es comprobar cómo no habla nadie de la felicidad de tener un hijo y de la de nuestros actos  en relación con él, sino del trabajo que es darle de mamar o evitar que rompa lo que tiene a mano.

1935 – Agosto (Buenos Aires)
Volví – después de la discusión, en casa, sobre la guerra – profundamente triste. La intolerancia, la ceguera del apasionamiento, me hacen sufrir. Además de triste estaba estupefacta de oír decir que educaban a sus hijos en la admiración de la guerra. Todo eso son frases, porque están impresionados por las frases de Mussolini y de Hitler, lo mismo que la gente de antes se impresionaba con la frases sobre «el pueblo». No, no es para eso que se tienen hijos, no ése el ideal de la educación. Yo educaré a mis hijos para que sean hombres, para que den todo lo que puedan dar de su espíritu para mejora la humanidad. Y lo que me sorprendió dolorosamente fue que ninguno estuviera de acuerdo conmigo: ¡y en mi casa tan luego! No pensé que una persona consciente pudiera pensar otra cosa. Se rieron de mí: «Estarías encantada de que un hijo tuyo tuviera el premio Nobel de la Paz».

***

Escribir. Expresar la angustia bajo la cara serena, el dolor y el desconcierto, y la sorpresa y la alegría de vivir. Todos están bien tan lejos de esas cosas, discutiendo sobre el nacionalismo y la guerra, y Mussolini y Hitler y los judíos. Y a mí, en el fondo, no me interesa nada de todo eso. No me interesa más que el problema de cada vida, no me interesan más que los sueños y los dramas individuales. Y las catástrofes nacionales, el comunismo o el radicalismo o el fascismo, se reducen al drama de una persona como yo, viviendo bajo esos sistemas.
¡Oh, si algún hijo mío tuviera el don de expresar!

No me siento «incomprendida». Pero alrededor mío, en ese terreno de las ideas generales – y en el más modesto de mis placeres y sufrimientos espirituales – no encuentro a nadie que comprenda. Y sería desgraciada si no fuera por esa fuerza animal de vida que tengo.

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1935 – Octubre
He notado algo que está completamente en contra de todos los «principios» sobre la educación. No es necesario estar acostumbrada al trabajo, a levantarse temprano, etc. No es, ni necesario para la educación del carácter, ni siquiera útil. Hay que formar el espíritu con que se tomarán esas cosas, el día en que sea necesario hacerlas.

Nunca he hecho mi cama ni me levantado temprano, después de la edad en que iba al colegio. Y sin embargo, hoy que estoy sin sirvienta y tengo un chico, lo hago y no me siento «sacrificada». M… que lo ha hecho siempre, se siente desgraciada. Otra con otro carácter y que no protestara, lo haría igual que yo, pero no habría tenido el placer de no levantarse temprano y no hacer su cama, y de emplear ese tiempo en leer o en soñar.

Esa frase oída de papá y mamá muchas veces, sobre que había que dar  a los chicos la mayor felicidad posible, antes de que fueran hombres y mujeres, era profundamente sabia. Porque haber sido feliz siendo chico y adolescente deja un espíritu valiente y fuerte para toda la vida. Y eso es lo que se necesita en la vida. Eso, y no el complacerse en la tristeza y vivir atemorizados. Una de las cosas que más me han sorprendido desde que nació Jackie, es comprobar cómo no habla nadie de la felicidad de tener un hijo y de la de nuestros actos  en relación con él, sino del trabajo que es darle de mamar o evitar que rompa lo que tiene a mano.

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1 comentario en «SUSANA SEEBER DE MIHURA
DE SU DIARIO PERSONAL [12]
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  1. Susana Seeber percibe un entorno distinto a su modo de pensar, soñar y vivir.
    Ante el clima sombrío de la guerra, sueña con el ideal de la educación para su hijo: «Yo educaré a mis hijos para que sean hombres, para que den todo lo que puedan dar de su espíritu para mejora la humanidad.» …
    «Porque haber sido feliz siendo chico y adolescente deja un espíritu valiente y fuerte para toda la vida».
    Desde que es madre, le sorprende » cómo no habla nadie de la felicidad de tener un hijo y de la de nuestros actos en relación con él, sino del trabajo que es darle de mamar o evitar que rompa lo que tiene a mano». El motor de todo es la fuerza de su espíritu, fruto de la educación recibida de sus padres y eso le reporta convicción.

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