SUSANA SEEBER DE MIHURA
DE SU DIARIO PERSONAL [8]
EL TORNADO

 LA VOZ DEL SEÑOR LE HABLA EN LA TORMENTA  EL SEÑOR QUE DESCUAJA LOS CEDROS

Sólo atiné a apretarlo contra el pecho mientras mamaba…y rezar

1935 – Enero [2] (En el Campo) 
Una está segura en su casa, tan segura instalada en medio de la «civilización». ¡Tan por encima de tragedias y pasiones! Allá la naturaleza está dominada. Hace calor, el sol es como fuego, pero la casa está cerrada y hay hielo en todos los vasos. Y cuando hay tormenta y hace frío, al lado de la chimenea o acostada en la cama, uno oye y goza con los truenos  el ruido del agua que corre.

EL CICLÓN
Hasta que, como ayer, el sol se pone sangriento y las nubes tan espesas que dan miedo. Por la ventana veía a los pájaros volar desesperados, y la luz amarillenta se oscurecía. Y de pronto, como si toda la casa se estuviera deshaciendo, un golpe violento de viento y de granizo, un ruido espantoso, indescriptible. Sentí, no miedo sino terror, un terror tan espantoso que no atiné a nada más que a apretar contra mi el chico que mamaba, y rezar. Rezar… no razonando, sino instintivamente, sin querer. Sentí que estaba indefensa, sola en medio de una fuerza tan superior a todo lo que los hombres pueden dominar, una fuerza sin frenos, sin continuidad, sin razón. Una fuerza que nunca podremos dominar. Era un ciclón, y durante cinco minutos estuve allí, aterrorizada — no gritando no sé por qué –, tanto que, al entrar la sirvienta, si  no hubiera tenido al chico en brazos, la hubiera abrazado.
          Hoy el parque está desolado, cubierto de ramas, los árboles arrancados de raíz. Me he paseado toda la tarde y me parece imposible que esto que veo sea realidad y no una pesadilla. El viento ha pasado; el sol, al ponerse, era dorado y las nubes rosadas sobre el cielo azul. 

LA EXPERIENCIA DE LA CONTINGENCIA ANTESALA DE LA FE
          Lo que siento, lo he sentido cuando murió mamá: esa impresión de algo que no es posible, una impresión de irrealidad. Lo que era inmutable y eterno, lo que siempre había sido y siempre sería, de pronto se viene abajo. Lo que antes era un camino con subidas y bajadas, pero continuo, es ahora un camino cortado. Seguimos viviendo, pero hay que volver a arrancar: detrás nuestro ese corte es un abismo. Y esa impresión no es una comparación demasiado banal de mi inteligencia, es una sensación. Una misma sensación, más fuerte la de ayer que la de hoy, pero de la misma especie. Una sensación de angustia, de tristeza, de desconcierto. Una sensación espantosa.

***

En ese cuento, Clara, que algún día tengo que concluir [de escribir], pondré el proceso de los sentimientos. Clara quiere primero a sus juegos, después su perrito blanco, después su jardín, después a su maestra (la hermana H.), después sus «entusiasmos», después a un hombre, después al hombre con quien se casa, y al final a su chico. Y todos esos amores son el mismo amor bajo diferente aspecto; o mejor dicho, el mismo colocado en distintos objetos.

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1 comentario en «SUSANA SEEBER DE MIHURA
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EL TORNADO
»

  1. Este relato me trae a la memoria la teofanía del Sinaí, la manifestación de Dios tras los fenómenos de la naturaleza: truenos, relámpagos, humo…: se trataba de un pueblo creyente que acababa de tener una nueva experiencia de Dios. También le aterrorizó: «no nos hable el Señor, háblanos tú» dicen a Moisés. En esta página, la autora, al experimentar el límite hasta el terror, levanta su alma al cielo, invoca a Dios…
    Estamos en pandemia. Ante esta contingencia, unos pueden haberse vuelto a Dios entre los científicos, personal de salud, la gente… Otros se quedan colgados escarbando incógnitas: ¿Cómo? ¿por qué? ¿ quién la inició?– No se oye hablar de «vida eterna», de Dios Amor, providente y se pone toda la esperanza en la ciencia y en la técnica.

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