UNA ELECCIÓN DESPUÉS DE LOS TREINTA [2 de 2]

LA DECLARACIÓN DE AMOR
DE JAVIER

Catalina. Mi Catalinita. Me has pedido que repita estas palabras, que te dije el día de San Benito, en las orillas del río. Y no sé cómo empezar. Creo que la única forma de hacerlo, es haciéndolo de nuevo. Declarándote mi amor otra vez, como si fuera la primera.

Catalina. Cuando te vi por primera vez, no quería fijarme en vos. En realidad, en nadie. Llegué a buscarte por una remota posibilidad de que fueras vos la mujer que el Señor quería darme. Encerrado en mis ideales, en mi burbuja, era incapaz de ver la Voluntad de Dios. Mi orgullo se volvía contra mí mismo. Y ninguna pasaba el filtro de la perfección que esperaba encontrar.

Vos sabés ya las circunstancias en las que nos conocimos. Te escribí para que mis padres dejaran de insistirme (no fue tanta la insistencia, en verdad), y con el firme convencimiento de que no ibas a responder. Vos le diste tu correo al amigo de papá, pensando que yo no iba a escribir. Y escribí. Sin querer hacerlo. Pero escribí. Y me respondiste. Sin querer hacerlo. Pero me respondiste. Y pusiste límites. Sólo como amiga. Y después, un error. Una invitación involuntaria a las Jornadas de Formación. Y yo, otro error. Pensando que querías conocerme, y por no ser descortés, fui a Mendoza. Pero con la secreta intención de no hacer nada para que prosperara la relación.

Y así volví. Volví, creyendo que no había pasado nada. Volví a Buenos Aires, convencido de que iba a seguir todo igual. ¡Qué equivocado estaba!

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