VELO Y MANTILLA – SIETE TESTIMONIOS MÁS [5 de 6]

1) VICTORIA:
«Todavía no leí las opiniones del velo, pero a mí, aparte de darme la sensación de intimidad, me da la sensación de consagración, como que tuvieras más noción que ese momento es sagrado, uno se distrae menos»

2) FLAVIA:
Sentí que era el deseo de Dios que rezara con la cabeza cubierta. Al empezar a hacerlo sentí un gran recogimiento. Una presencia más cercana de Dios, presencia amorosa, intimidad. ¡Señor! -le dije- aquí está tu Flavia a quien amas. Sentí su ternura, su protección, presencia de la Santísima Trinidad, común unión. Ofrecí todo mi ser a Él. Agradecí el haberme conservado virgen. Grandeza de Dios, Amor de Dios, presencia que sana, purifica, haciéndonos semejantes a Él.
              Al hacerlo en otras oportunidades continúo sintiendo un gran recogimiento, una presencia más cercana de Dios con su hija. Y al comenzar a rezar ahora digo: ¡Señor: aquí está tu Flavia a quién amas! Alabado sea Dios. Le doy gracias por sus Gracias, deseo que sea glorificado su Nombre, me entrego a Él. Cuando rezo por la calle, en casa o  cuando voy a Misa le pido a María, Madre de Jesús y Madre mía que ella me ponga el velo, en presencia del Señor. Doy gracias a Dios porque me enseñaron a poner en práctica el consejo de San Pablo, es verdad que a mí me acercó más a Dios


3) CLARA:

 En marzo de 2004, durante una reunión de trabajo relativa a unos libros que el Padre Bojorge estaba escribiendo, me dijo que para rezar en casa cubriera mi cabeza, aunque fuese con un pañuelo o aun con una servilleta, porque de esa forma estaría “bajo la mirada exclusiva de Dios”.
             Pasaron los años, y en marzo de 2012, rezando en mi casa, en uno de los lugares preparados para ello –no en el medio del bullicio hogareño, quiero aclarar–, recordé ese consejo y fui a buscar una de mis mantillas. Me la puse en forma de pañuelo y continué rezando. Experimenté tal paz y recogimiento que para decir verdad pensé que era mi imaginación. De modo que, acostumbrada al método científico de prueba y error por mis estudios universitarios en ciencias, me quité la mantilla y continué la oración. Ya no tenía ese recogimiento en que nada parecía interponerse entre el Cielo y yo. Y así fu probando durante ese día y algunos siguientes.  Por otra parte, me vinieron a la mente las imágenes de la Santísima Virgen que conocía y me di cuenta de que Ella está siempre con Su Cabeza cubierta salvo en aquellas que nos muestran el momento de Su Asunción a los Cielos. 
               Ahora sí, sin temor a equivocarme, puedo decir que cuando rezo con la cabeza cubierta es como si estuviera en un encuentro cercanísimo de hija a Padre con el Creador, en que nada más se presenta ante mí. ¡Es realmente maravilloso! Gracias, Padre. Clara

4) ANTONIA:
Padre: Quiero compartirte que anoche estaba yo muy perturbada y trataba de entrar en oración con mi velo y me costaba mucho poder lograr ese recogimiento hasta que en un momento se produjo y le pedí al Señor que me diera esa capacidad de estar disponible para atender a mi esposo cuando llega, con bastante frecuencia, a las tres de la mañana.
               ¡Pues decirte que me quedé dormida con el velo puesto! Y que en un momento me desperté como si hubiese dormido nueve horas seguidas pues me sentía super descansada. Y en ese momento escucho llegar la camioneta de mi marido.
               ¿Te imaginas? Lo primero que hice fue agradecerle al Señor por haberme regalado ese detalle y haber luego estado absolutamente bien dispuesta para atender bien a mi marido. Es maravilloso cómo voy día a día sorprendiéndome en las gracias ocultas de lo sagrado. Actualmente cuando me siento perturbada y con miedos que me invaden o pensamientos que me » atacan» a veces sin motivo exterior, puedo realmente confesar que la oración con velo y la alabanza (generalmente tomo mi guitarra y comienzo a cantarle al Señor hasta a veces terminar en lágrimas de gozo) son dos «armas poderosas que me ayudan a resistir al enemigo hasta que se va». Antonia

5) PERLA:
Desde hacía  años  sentía que la forma en que realizaba la oración  en la soledad de mi cuarto, no me terminaba de conformar. Agregaba otra advocación, una nueva oración, un nuevo ritualito inventado por mí, pero nada me completó tanto como el día en que se me ocurrió taparme la cabeza con lo primero que tenía a mano: en este caso fue una servilleta.
              La sensación de ser escuchada y de estar profundamente en comunicación con el Señor y los ángeles  vino con toda claridad a mí.  A partir de ese momento, y ya van unos años, continúo esta práctica  con alegría, aunque hoy ya no con la servilleta sino con una capucha.  Y, en cuanto pueda, conseguiré una linda mantilla. Lamento que ya  no se la utilice en las parroquias y, que para mucha gente sea signo de pacatería. Perla

6) GRACIELA:
Querido Padre: con relación al uso del velo experimento espiritualmente mayor intimidad con el Señor en la oración. Con el pasar del tiempo los temores, vergüenzas y respetos humanos por su uso los he superado y poco me importan, porque agradan al Esposo y me permiten una mayor unión con Él. Incluso  me afirman más en mi identidad de virgen consagrada y como dice Ud. mi relación esponsal.                    La cruz vivida cuando me consagré por el tema del uso del velo[7], es ahora una bendición que me permitió descubrir el sentido y valor de su uso y me afianzó más. Estando entre otras consagradas poco me importa el qué dirán o lo que puedan opinar las otras en contra, es lo propio de la virgen consagrada y así también lo reconoce la Iglesia al entregarlo en el rito de consagración, con eso sufriente y lo pienso seguir usando en cuanta consagraciones participe.
Un abrazo filial. Graciela

7.) SONIA V.:
¿Por qué llevas el velo?, me preguntaba una amiga. ¿Qué responderían Vds. si alguien les preguntara, por ejemplo, por qué amas, por qué sientes, por qué respiras? Porque es una necesidad vital, ¿Verdad?
Seguramente se habrán fijado alguna vez, en las perfumerías, cuantas colonias hay en los expositores.                   Las mujeres nos pasamos bastante tiempo buscando esa fragancia exclusiva y personal, que al cerrar los ojos nos haga sentir especiales. Cuando encontramos ese perfume, ya no queremos volver a probar ningún otro. Con el velo, sucede algo similar, se siente el buen olor de Cristo (2ª Corintios 2, 15-16).
            Una vez que rompes esa primera barrera del miedo al “qué dirán”, se produce una concesión total al Amado de nuestra alma, ya solo nos importa agradarle a Él, después de eso, ya no hay retroceso, es una rendición total al Señor, sin reservas, como la enamorada que se viste de blanco y se entrega con su pureza, en el día de su boda. Sólo las mujeres podemos entender estas delicadezas tan propiamente femeninas. No es algo estético, pero sí es cierto que el Templo, se embellece y se llena de majestuosidad al estar la mujer recogida en oración, ahí debajo de su velo, sin distracciones, entregada en cuerpo y alma a nuestro Señor. Hermosa como una novia para nuestro Dios, “bella por dentro y por fuera” ese debería ser nuestro lema.
             El uso del velo, implica, sin necesidad de conocer ninguna norma de protocolo o de vestimenta, que nuestras prendas exteriores deben ir en armonía con algo tan puro y virginal. […] El uso del velo, nos abriría definitivamente los ojos, hoy que los tenemos tan cerrados a la pureza y a su oposición, al pecado. Sólo utilizándolo, entenderíamos qué es lo que debe albergar dentro del alma. “Que vuestro adorno no sea el de fuera, peinados, joyas de oro, vestidos llamativos, sino lo más íntimo vuestro, lo oculto en el corazón, ataviado con la incorruptibilidad de un alma apacible y serena. Esto es de inmenso valor a los ojos de Dios” (1ª Pedro 3, 3-4)

3 comentarios en «VELO Y MANTILLA – SIETE TESTIMONIOS MÁS [5 de 6]»

  1. La práctica del velo ha llevado en mi durante este tiempo de pandemia, un refugio de paz y consuelo al encuentro de Dios mi padre que ha quitado de mi corazón y mente el miedo que nos han impuesto.
    Ante tanto ruido y confusión externa, el momento de mi encuentro con Dios a solas con mi velo es como que mi cuerpo se transforma en verdadero santuario de su presencia y allí sucede lo más íntimo y maravilloso que ninguna otra oración me ha dado.
    Gracias infinitas por tantos testimonios que deseo lleguen a tantas mujeres que podrían encontrar en su uso tanta sanidad a sus miedos y cruces diarias.

  2. ¿Qué puedo decir ante esta maravilla de la gracia?
    Sobre este mundo hedonista, lujurioso en gran medida, basta ver y escuchar los noticieros diarios, imagino una densa nube oscura que intenta opacar la belleza de la Creación; ahí, se levanta la estela luminosa de la virginidad de cuerpo y alma; de esponsalidad aún en camino matrimonial que se va expandiendo, venciendo «las tinieblas del pecado» como dice uno de los testimonios.
    Cuánta consonancia ante las siete testigos de su propia experiencia.
    Es bueno hacer una lista de gracias testimoniadas que lleva consigo este sacramental: EL VELO.

  3. EL VELO: un manantial de gracias, que se reiteran en los testimonios:
    – Sensación de intimidad, de consagración, experiencia del momento sagrado,
    – Recogimiento. Presencia de la Trinidad, ternura, protección, común unión.
    – Paz y recogimiento; experiencia de filialidad: ante el Padre Creador.
    -La oración con el velo y la alabanza, escudos poderosos frente a los «pensamonios» o falta de paz.
    -Me afirman más en mi identidad de virgen consagrada, de esponsalidad .
    -Signo de victoria contra el temor y el respeto humano. Preservación.
    -El VELo es el «perfume que encontré, el buen olor de Cristo: el perfume al que no se renuncia más.
    – Embellece a la novia «para nuestro Dios»; exige que todo el porte exterior esté en armonía con la consagración.

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