VIVENCIA ESPIRITUAL TRINITARIA

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Buenos días, querido padre, hoy celebramos la festividad de Ellos. Habitando en nosotros como en su templo, de un modo exuberante, sin privarse de nada, y sin privarnos a nosotros de Ellos en nada.

Y porque el Padre me rodea con su protección, el Hijo convive conmigo como Esposo y me acompaña, y el Espíritu se ha instalado dueño de mi alma, me habita como en templo suyo y puedo saborear ahora este caramelo de loco y exquisito amor.
Me va pareciendo que contemplar la Trinidad es siempre sonreír.

¿Acaso se puede entender? ¿Tanto por nada?

Este fin de semana he estado preparando los arreglos de flores para una boda así que el Señor me ha dado la gracia de poder estar a su lado ajustando los arreglos florales unas horas a solas Él y yo.

Muchas veces me pasa esto, padre, me quedo en la capilla sin decidirlo, como sin querer. A solas con Él. A solas los dos. Como que es Él quien me retiene consigo para que no me vaya

Colocar los centros de flores a sus pies, rodear el altar al llevar los centros un poco en penumbra, porque está la iglesia cerrada, y ajustar las flores a los lados del sagrario, barrer luego las hojitas que han caído, apagar las luces y cerrar la puerta al irme, siempre es un regalo que vivo de modo especial.

Durante ese tiempo estoy en el templo como en mi casa. Y como si el templo y yo fuéramos una sola cosa. Yo en el templo y Él en mí. Ambos En el lugar de la cita y del encuentro. O como en el Hogar. O como en el Cielo.

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